Una afición reposada

Chelo Lago consuelo.lago@lavoz.es

PONTEVEDRA

02 sep 2007 . Actualizado a las 02:00 h.

Santiago Brañas tiene una afición bastante singular: hacer bastones. Profesionalmente se dedica a la venta y distribución de vinos aunque si alquien le pregunta, le dirá que es músico. «Mi profesión -dice- es la música. Toqué el bajo y el violín en la orquesta Montes durante 18 años, actuando en verbenas populares por toda Galicia y Asturias». También estuvo en Ginebra y Berna. «Éramos bastante buenos», recuerda con orgullo. Pero con el tiempo y la llegada de integrantes más jóvenes, los veteranos fueron dejando la música y se dedicaron a otros trabajos. Brañas nació en el barrio de O Burgo, en Pontevedra, pero lleva 37 años, desde que se casó, viviendo en Portosanto, Poio, donde tiene montado un pequeño taller en el bajo de su vivienda.

En cuanto a su curiosa afición, confiesa que, en contra de lo que se pueda pensar no es, para nada, un manitas, sino más bien todo lo contrario. «No soy capaz ni de poner una bombilla o un enchufe». Comenzó con ella hace un par der años. Un primo suyo hacía bastones artesanos y él le pidió uno de recuerdo. Pero su familiar le dijo: «Conforme os fago eu, podes facelos tí», y no se lo dio. Así que se fue a dar una vuelta por el Lago de Castiñeiras y arrancó una cachopa, «una raíz de un eucalipto, y ahí empece yo a hacer estas cosas y nació ese gran pasatiempo que por cierto, es barato». En cuanto a las cualidades que se precisan, apuesta por «un poco de imaginación para ver lo que puedes sacar da cada raíz». Su método de trabajo es estudiarla y luego hacer un dibujo, que se le da bastante bien, de cómo puede quedar el bastón ya trabajado.

Santiago Brañas utiliza sólo lija y una navaja para realizar sus curiosos bastones. «No hay ninguna otra cosa», subraya. En cuanto al tiempo empleado, cada pieza le lleva «unos quince días en horas libres, a base de una hora después de trabajar, algún sábado que puedes echar más tiempo....». Tiene 65 ejemplares en su colección, pero su preferido es el primero que hizo. «La empuñadura es un canario, si bien en principio iba a ser una foca -recuerda-. Empecé a moldear y vi que me estaba saliendo un canario perfecto, que luego pinté». Porque no sólo los moldea, luego los pinta y barniza para darles un acabado perfecto. La madera que prefiere para trabajar es el estripo o pereiro bravo y tambien le gusta mucho la del manzano bravo o el acebo -«especie protegida», apostilla - y para encontrarla pasea mucho por el monte, si bien también tiene amigos que le proporcionan algunas varas que encuentran.

En su colección tiene bastones de todo tipo. «Uno es egipcio, una réplica del de los faraones. Lo hice viendo una película en televisión, empecé a dibujarlo y creo que está exacto. Está hecho de estripo, es decir de pereiro bravo, y tiene todos los dibujos del original». También tiene otros con empuñaduras de animales y una serie que él denomina Fórmula 1, porque las puños son de piezas de coches, que le regala un amigo que tiene un desgüace en Ponte Caldelas. Utiliza la parte superior de la palanca del cambio de marchas. Pero también los tiene de una pieza sóla, de caña india y caña negra de bambú. «Yo le doy más mérito a los de dos piezas, porque tiene una mayor dificultad pues tienes que fijar muy bien el empotrado para que quede perfecto y fuerte», reconoce Brañas. «Los de una pieza ya casi están hechos, sólo tienes que trabajarlos un poco», matiza. Valor. Se siente orgulloso de sus piezas, pero no suele utilizarlas porque algún sábado o domingo que pasea con ellas, siempre se acaba encontrando con clientes que le insisten para que les regale alguna, y Santiago Brañas no quiere deshacerse de ninguna. Dice desconocer el valor de sus piezas pero afirma que un turista le ofreció 600 euros por su primer bastón, el del canario. «Estaba en un bar de Sanxenxo con un cliente y se acercó un señor de fuera que me pidió permiso para coger el bastón y verlo de cerca. Me ofreció 600 euros, pero le contesté que no vendía. Luego volvió a la carga y me dijo que fuera yo quien le pusiera precio. Estoy seguro que si le pido mil euros, me los da, pero yo no quería venderlo».

Una de sus ilusiones es montar una exposición con esta singular colección. Para ello, ya contactó un par de veces con los responsables de O Casal de Ferreirós, en Poio, «que se portaron mal conmigo». «Me fui a ofrecer allí dos o tres veces, y me decían que no estaba la persona responsable, así que desistí, y basta que sea de aquí, de Portosanto, creo que sería interesante exhibirlos en el municipio, por supuesto sin ningún ánimo de lucro». Su familia está encantada con la afición que practica y siempre que hace un bastón nuevo, se lo enseña a su mujer, a sus hijos y a sus sobrinos, en especial a la pequeña Nerea, de 7 años. El último que terminó, hace un par de semanas, tiene la cabeza de un pájaro hecha en acebo, árbol del que posee más de un ejemplar, y el resto es de pereiro bravo.