En directo | La trastienda de un evento Una visita al patio trasero de la pasarela pontevedresa, en la que comparten espacio modelos, periodistas, maquilladores, diseñadores y hasta un equipo de bomberos
02 mar 2005 . Actualizado a las 06:00 h.Vaya por anticipado que la parte de atrás de los escenarios es muy fea. Mientras que por delante lo que se ve son paneles negros ultraelegantes y globos de vidrio en los que se proyectarán imágenes psicodélicas, en la trasera de la pasarela Pontus Veteris hay enchufes, remaches, cables sujetos por cinta aislante, mesas con caballetes repletas de empanadas y bocadillos, taladradoras, escaleras de mano. También hay una carpa que parece una pulpería en la que se arraciman tres docenas de personas entre modelos, maquilladores, peluqueros, alumnos de la escuela de Deseño e Moda y curiosos varios. Falta una hora para el desfile, y nadie parece darse cuenta de que estorba. «Corazón, tienes que marcharte de aquí, tenemos que estar concentradas», repite una de las organizadoras a cuantos personajes con o sin acreditación se encuentran en los alrededores de la carpa. La sensación térmica de quien sale de ella es brutal: dentro hace mucho calor, y fuera el frío hace que se cuartee la piel. Bajo el toldo, varios modelos esperan turno ante el secador y el espejo, y otros están medio tumbados en el suelo, muy pegados, como si aquello fuese una sentada de instituto. Algunos fuman, rodeando un cenicero de pie. «Ha venido Camarón, el de la cámara», bromean con un periodista. Tres fotógrafos los fríen a flashazos. Confraternizando Fuera, Florentino Cacheda confraterniza con los integrantes de un equipo de televisión que ha venido a tomar imágenes para un vídeo promocional. Lo están haciendo a todo tren, con medios y en condiciones estratosféricas para lo habitual en el sector. Un grupo de bomberos amenaza con salir a la pasarela al final del desfile y marcarse un Full Monty por la cara, aunque se ríen mucho y no hay quien se lo crea. Aquellos que ponen en marcha el evento cruzan el recinto ferial de Pontevedra de parte a parte, y, cuando se paran, se miran unos a otros y repiten, ladeando 45 grados la cabeza y agitándola: «Perfecto, perfecto». Veinte alumnos de Deseño e Moda, la titulación que se abrió en la Facultad de Bellas Artes el verano pasado, esperan su turno a las puertas del camerino portátil. «Es un mundo un poco frívolo», cuenta Paula Solveira, una de las alumnas que han estrenado la titulación. En los minutos de frenesí que dure el pase de modelos, su cometido será coordinar a los maniquís y procurar que uno de la partida de Montoto no salga con un traje de Florentino, o que una que deba vestir de Toypes no aparezca cubierta de Charoa. «Va a ir muy rápido», advierte Solveira. Sus estudios son, dice, «muy creativos», y los compañeros, agradece, «no se van pisando la cabeza unos a los otros». Lámparas Las lámparas van muriendo muy lentamente, anunciando el desfile para dentro de pocos minutos a un auditorio en el que el tipo «señora de edad con abrigo de visón» parece sobrerrepresentado. Los modelos anuncian por teléfono a sus madres en qué momento deberán poner a grabar el vídeo. Los políticos, que en este país son lo que hace al mundo girar, empiezan a tomar asiento. Se oyen chistes privados para calmar los nervios. Alguien dice que Karmele Marchante y Josemi Rodríguez -a alguno hay que explicarle quiénes son- están en el auditorio, pero, naturalmente, no se les ve entre los periodistas de infantería. Las luces se apagan; música electrónica hace vibrar los altavoces; la presentadora sube los escalones de la trastienda de Pontus Veteris. «Cariño, de verdad, que te tienes que ir, que esto ya empieza», repite la organizadora.