Mola la movida en la cola

La Voz

PONTEVEDRA

XOÁN CARLOS GIL

PLAZA DA FERRERÍA

28 jul 2001 . Actualizado a las 07:00 h.

PAPÁS AVISPADOS. Que los niños son cada día más listos, nadie lo duda. Lo que sorprende es que lo sean sus papás. Está claro. La experiencia es la madre de la ciencia, y después de muchas noches sin dormir, muchos biberones, muchos trenecitos, camioncitos y baloncitos que rompen el cristal de la entrada, los papás aprenden. Y si lo dudan, atentos a la anécdota. Imagínense. La Alameda de la Praza de España a rebosar de niños y todo tipo de atracciones. Papás desesperados que se preguntan por qué los hinchables con colas de más de media hora atraen tanto a su Tomasitín. Y el papá que entra en acción: «Mira, ¿no te gusta el tobogán verde?». El tobogán verde luce espléndido a veinte metros con apenas cinco minutos de cola. Las miradas de papá y mamá se iluminan por un instante en su día de descanso a punto de ser rescatado. «No», dice el chaval, demostrando que la contundencia es lo mejor de la infancia. Y el papá, con fuerza renovada, resurge de sus cenizas y mira a Tomasitín, «Vamos al tobogán y luego te compro un helado». Mano de santo... mientras dure el helado. TARDE DE LUCES. Y es que de todo hubo ayer en la Alameda de Pontevedra, que lucía abarrotada de niños. La caravana Megatrix llegó con cinco camiones cargados de juegos y entretenimiento que llenaron de color la tarde, a partir de las cinco. JÓVENES CONDUCTORES. ¿Quién teledirige a quién? Fíjense atentamente en los parques. Observen a los niños que manejan el mando a distancia de su cochecito eléctrico y lo siguen embobados sin mirar nada más, hasta que, claro, se estampan contra la señora que viene de frente. Pero no hay problema. Teledirigidos o no, los niños que ayer se pasaron por el parque de la Alameda aprendieron, al menos, a circular con sus vehículos eléctricos. Una de las atracciones que se instalaron consistía en una pequeña ciudad improvisada sobre el suelo, con sus señales, sus calles, sus casitas y sus jardines. Los niños trataban con su mando a distancia de que sus coches se parasen ante el STOP y cediesen el paso sin gritar ni insultar a las mujeres, como hacen algunos mayores en los coches de verdad. Eso sí, no se pudo evitar que cayera alguna señal de tráfico de juguete. DEPORTE DE RIESGO. Tampoco faltaron ayer los deportistas que hacían cola para poder subir la pared del improvisado rocódromo que se instaló en la Alameda. Algunos -todos aquellos que gozan de un gran intelecto y ninguna habilidad física-, la verdad, ya podrían quedarse en su casita. Pero, en fin, el caso es que el jueguecito se aventuraba emocionante. Primero, los chavales debían subir con un casco, tan grande como ellos, la pared del rocódromo con todo su esfuerzo. Y allí les esperaba una tirolina que les devolvería de nuevo al suelo en tan sólo unos segundos. OBLIGATORIO CALCETINES. Pero la mejor imagen del día fue, sin duda, la hilera de zapatos de los chavales que disfrutaban saltando en las camas elásticas. El cartel, a la entrada de la atracción era muy claro. «Obligatorio calcetines». Así que ahí quedaron los pobres zapatos abandonados a la espera de que sus dueños terminaran de saltar en las camas elásticas, o de jugar en el futbolín humano, o de atravesar un laberinto de hinchables, lugares todos ellos donde los zapatos eran malditos. Para rematar la tarde, un camión se encargó de sortear premios entre los niños que se convirtieron ayer en socios del Club Megatrix.