Autorretrato

Tino Novoa EN LA FRONTERA

ESPAÑA

17 may 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

Se quitó las gafas y leyó ante las cámaras lo que le habían escrito para dar la imagen que corresponde a un candidato moderno y preparado. Pero cuando se las puso volvió a ser quien realmente es. Es lo malo de tantos políticos que se guardan las esencias para la intimidad. En ella, unos hablan catalán, otros muestran sin pudor toda su soberbia. «La verdadera sabiduría está en reconocer la propia ignorancia», decía Sócrates. Pero al parecer el candidato no ha leído al maestro. Porque su comentario condescendiente con Elena Valenciano no solo es insoportablemente machista, es también de una altivez y arrogancia incompatible con la inteligencia que se atribuye a sí mismo. Siendo benevolentes se podría pensar que fue solo un nuevo desliz de alguien acostumbrado a ellos. La reiteración en el error ya sería motivo suficiente para cuestionar su idoneidad para representar a los españoles. Pero sus explicaciones posteriores, tratando de justificar lo injustificable, demuestran que no ha comprendido por qué se le critica y que sus palabras reflejan su verdadero pensamiento. Son el autorretrato de alguien con una visión decimonónica, por no decir troglodita, de la mujer y de las relaciones sociales. Con ello se califica. Para muchos, se descalifica. Y si, además, él mismo reconoce que «si soy yo mismo, me temo», la pregunta es: ¿podremos vivir con el temor diario a que, en cualquier arranque de sinceridad, el aspirante a europarlamentario y probable comisario nos sobresalte arrastrando por el fango la imagen de los españoles?