Jerónimo de Vicente: «Ourense podría ser una ciudad de edificios noble pero lo tiraron todo»

Cándida Andaluz Corujo
Cándida Andaluz OURENSE /LA VOZ

OURENSE CIUDAD

Miguel Villar

Conocido por sus belenes, reclama más atención al arte y la cultura

22 feb 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Jerónimo de Vicente García nació en 1931 en la misma casa en la que vive hoy junto a su mujer, Paulina. Desde la misma ventana de la avenida de Buenos Aires desde donde hoy ve la evolución de la sociedad, observaba cuando era pequeño la salida de los trenes de la estación de San Francisco e incluso la cruz de Montealegre. Hoy le resulta imposible. La ciudad ha crecido a su alrededor. «Era maravilloso ver a las lecheras por la calle y cómo se tiraban los periódicos hacia las casas», recuerda. Jerónimo de Vicente está intensamente relacionado con el mundo del arte y la cultura en Ourense. Principalmente por sus belenes, aunque es procurador de profesión. Recuerda sus primeros años en el colegio de Santo Domingo y más tarde en Cardenal Cisneros, en donde dice que encontró a «amigos maravillosos». Relata cómo era aquel edificio, que ahora ya no existe, criticando la opulencia que se lo llevó por delante. «Era maravilloso. Recuerdo que había chimeneas en todas las aulas. Derribaron todo. Es un pecado gordo», dice. Y recuerda cómo a lo largo de los años fueron desapareciendo de la ciudad inmuebles de gran valor. «Ourense podría ser una ciudad de edificios nobles pero lo tiraron todo. Tenía su propia singularidad y su estilo. Han derribado muchos edificios que no se pueden encontrar en otros lugares», lamenta.

Su padre, militar, estaba destacado en el cuartel de San Francisco, por eso el claustro es para Jerónimo un rincón especial. «Recuerdo que cuando iba a ver a papá me colaba y jugaba por allí. Para mí era un lugar mágico. Siempre abogué porque no fuera tocado, aunque sí cuidado». Tras el bachiller, se desplazó a Salamanca, donde tenía familia, para cursar Derecho y convertirse en procurador; estudió, además, Bellas Artes. «La pintura siempre ha estado presente en mi vida, siempre». Allí estableció una relación más cercana con Paulina, su prima, con la que está casado y con la que tuvo tres hijos. Regresaron a Ourense y se instalaron en la casa de toda la vida.

Otro de sus rincones especiales es el Liceo. Relata que su padre ya era socio y que cuando era pequeño las mujeres no podían entrar. «Yo iba con mi madre hasta santa Eufemia. Ella se paraba en los escaparates a ver telas y me decía ?entra y avisa a papá y dile que salga?. Yo entraba y todo aquello me parecía maravilloso. Hoy sigue pareciéndomelo», explica.

Mal sabía él, dice, que iba a acabar exponiendo en aquel edificio. También allí cambiaron muchas las cosas. «Ahora hay más mujeres que hombres. Los mayores son longevos y los jóvenes escapan». Pero allí nació la asociación de belenistas, sin la que no se puede entender la vida de Jerónimo. «Nació de la mano de Cándida Bosch, una mujer extraordinaria», explica.

La catedral es otra de sus pasiones -«Horas y horas me pasé mirando el pórtico del Paraíso»- y frente a su belén, que todavía tiene instalado, se queda absorto. Se emociona con cada figura. Conserva el primero que le regalaron cuando tenía 4 años. «En la cultura hay mucho que enmendar», finaliza.

jerónimo de vicente garcía