«Cando era nena ía coa miña nai ao Sil lavar o pulpo para a feira do 6 en Viloira»

María Cobas Vázquez
MARÍA COBAS O BARCO / LA VOZ

O BARCO DE VALDEORRAS

María del Carmen, Rosa y Loli (en el centro) con Branca (a la derecha) y los alumnos del CEIP Otero Pedrayo
María del Carmen, Rosa y Loli (en el centro) con Branca (a la derecha) y los alumnos del CEIP Otero Pedrayo LOLITA VÁZQUEZ

Varias mujeres de O Barco recuperan las historias alrededor del cauce fluvial

06 jun 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

El río Sil en O Barco de Valdeorras es en la actualidad un cauce en el que algunos pescan, otros se bañan, muchos practican piragüismo y la mayoría contemplan desde el Malecón. Pero tiempo atrás fue mucho más. Era epicentro de la vida, no solo de la ociosa, sino también de la diaria de las mujeres que lavaban en sus entonces aguas cristalinas la ropa o incluso el pulpo. También fue fuente de alimento de muchas familias en una época en la que el hambre llamaba a casi todas las puertas. De vez en cuando el río bajaba repleto de peces que acababan dando una alegría a las despensas semivacías de la posguerra. Son muchos recuerdos que las generaciones más jóvenes no conocían, pero que ayer unos pocos tuvieron la suerte de poder escuchar de boca de tres mujeres jubiladas que por unas horas trajeron al presente aquellas tardes junto al río cuando eran niñas.

Loli Piernas, Rosa Carracedo y María del Carmen Dobao son tres de las participantes en el taller Fiando a memoria dirigido por Branca Albán y que aprovechando el Día Mundial del Medio Ambiente compartieron su historia con alumnos del CEIP Otero Pedrayo. «Estivemos recollendo fotos antigas e historias vinculadas ao río», explicaba Branca. Y así surgieron usos desconocidos del cauce fluvial. «Estaban os caneiros onde collían as troitas e anguías, e algunha vez algunha lamprea. Poucas, que non se sabía nin como comelas», contaba Mari. Y añadía: «E cando viña o río con crecida usaban as avéntoas (unha rede que fai un cucurucho) que estaban prohibidas e igual collían corenta quilos de peixe e repartíase con todo o pobo». Las crecidas traían muchas veces troncos, que la gente aprovechaba para leña. Como no siempre era posible cogerlos, se marcaban con piedras para que los demás supiesen que ya tenía dueño.

Se lavaba ropa y más. «Cando era nena ía coa miña nai ao Sil lavar o pulpo. Os meus irmáns pequenos recollíano e levábano á horta, onde tiñamos uns arames de picos para secalos. E velaban o pulpo para que os gatos non subiran comelo. Despois gardabámolos na para o día 6 traelos á feira, e tamén íamos a Puente de Domingo Flórez e Sobradelo. Como non había transporte collíamos un cabalo e un carro que tiña o meu pai. A Viloira víñamos coa carretilla», contaba Loli. Lloviendo o nevando, no importaba la climatología. «Facíamos unhas charcas con pedras e metiámolo todo e despois co lavadoiro íamos lavando un a un», añadía. El pulpo que no se vendía acababa siendo la comida de la familia. «Estábamos cheos de empanada de pulpo», relataba.

Una fotografía antigua del puente que se llevó la riada, con la casa blanca al fondo que todavía existe.
Una fotografía antigua del puente que se llevó la riada, con la casa blanca al fondo que todavía existe. LOLITA VÁZQUEZ

También hubo tiempo para recordar el 27 de diciembre de 1959, cuando la fuerza del Sil echó abajo el puente de San Fernando, cobrándose la vida de una persona.

«Unos días antes de caer el puente vino una crecida muy grande, que a nosotros nos llevó el muro con la terraza. Pasó la Guardia Civil y nos dijo a las casas del río de San Roque que nos pasáramos para las casas de arriba, que abrieron las puertas y dormimos todos con los otros», contó Rosa.