Contraviniendo todas las tendencias, el colegio de este concello ourensano duplicó su matrícula en cuatro años
25 feb 2018 . Actualizado a las 19:06 h.Sobre la mesa de Javier Álvarez, director del colegio Nosa Señora de Xuvencos, en Boborás, descansan ocho solicitudes para incorporar en septiembre a otros tantos alumnos al primer curso de primaria. Un problema, porque el cole ya tiene a 19 niños que subirán del último curso de infantil de modo que, si nadie retira su solicitud, el colegio tendrá que decirle a dos de las ocho nuevas peticiones que no pueden cogerlos porque solo caben 25 niños en cada aula. Desde luego es un problema que muchos colegios en concellos con un perfil socioeconómico similar al de Boborás y que luchan por no ser cerrados desearían tener.
Pero ¿qué ha pasado en Boborás, de dónde han salido todos esos escolares que han revitalizado al colegio? «Non se pode explicar cunha soa razón», reflexiona el director, que subraya el esfuerzo del equipo docente iniciado hace cuatro años y de la comunidad escolar entera, pero que no se engaña: «Se estivéramos en Beariz, que está a 15 quilómetros de distancia, isto non sería posible». Así que el truco principal está en la proximidad de un núcleo urbano del calibre de O Carballiño, de donde Boborás recoge cada curso algunos escolares: «Para o colexio do Carballiño son poucos, pero para nós son moitos». Las familias que se decidieron por el cambio han valorado clases con una ratio mucho menor de alumnos, un profesorado muy comprometido con el proyecto, un buen comedor escolar, medidas de conciliación... A partir de ahí solo ha sido necesario un poco de boca-oreja para que el ritmo de solicitudes se convierta en un fenómeno creciente.
Hay un tercer vector que ha contribuido al milagro del colegio: un pequeño baby boom con años en los que la media de nacimientos ha estado por encima de uno al mes. Parece poco, pero para un concello de 2.375 habitantes es un dato revolucionario: el censo mengua y, sin embargo, la población menor de 16 años crece.
Comida, profes y compañeros
Paula tiene 11 años y vive su último curso en el colegio de Boborás. Ella es una de las alumnas que empezó en O Carballiño pero que sus padres trasladaron por una mera cuestión educativa. Si se le pregunta por el cambio, que se concretó hace un par de cursos, Paula se muestra encantada: «Moito mellor aquí. Mellor a comida, mellor os profes, o recreo...» «Algo terán que ver tamén os compañeiros, non?», le replica otra Paula de su misma clase, mientras caminan hacia el exterior. No se puede jugar en el patio, llueve, y la chiquillada se refugia en un porche grande que hace, sin serlo, de patio cubierto. Son las consecuencias de un crecimiento tan rápido: la administración educativa es reticente a invertir en un colegio donde, aunque los indicadores indiquen momentáneamente lo contrario, la previsión a medio plazo es su desaparición. Es la que muestran los colegios de su perfil. Así que, de momento, no hay inversión para un patio cubierto. Al menos, todo el edificio luce con una pintura nueva en rosa y azul, con varios murales de autor que le aportan al edificio un aspecto realmente atractivo: «Si lo hubiera sabido, lo hubiera cambiado mucho antes», dice Raquel, una madre de 35 años que se ha hecho voluntaria en el comedor escolar: «Antes, mi hijo lloraba porque no quería ir al colegio. Ahora viene contentísimo». Todo el mundo parece encantado en el colegio de Boborás, donde han encontrado el equilibrio necesario para cristalizar un milagro en forma de un centro que ha doblegado las siniestras curvas demográficas que lo condenaban para convertirse en una comunidad educativa cohesionada, vigorosa y en crecimiento. Si se cumplen las expectativas, el próximo curso ya tendrán que rechazar matrícula. Crecer tan deprisa, tampoco es aconsejable. Pero mejor crecer que morir.
La conciliación, el otro gran atractivo del municipio
La zona escolar de Boborás tiene otro aliciente que lo convierte en un lugar especialmente apetecible: un plan concilia que permite dejar a los niños a las siete y cuarto de la mañana. El mismo plan prevé actividades para los escolares entre las cuatro de la tarde y las ocho y media. Es una iniciativa municipal que, en esta cuestión, ha optado por, además de predicar, dar trigo. Pese al perfil envejecido del censo municipal, el ayuntamiento ha decidido apostar por los valientes del mini baby boom, facilitando la conciliación. Cuando se acaba el curso, el pequeño ayuntamiento pone también en marcha sus campamentos de verano para que los niños tengan alternativas mientras sus padres trabajan. Y algo parecido se organiza durante períodos como Navidad o Semana Santa.
Ayudas directas
Puede que estas iniciativas estén relacionadas con el hecho de que la primera teniente de alcalde, Patricia Torres (PP), solo tenga 33 años y dos niños. El alcalde asiente mientras ella explica las medidas que se han ido poniendo en marcha y el importante peso que tienen en el presupuesto municipal. Aquí también hay ayudas directas por nacimiento: 500 euros, más 50 al mes durante los tres primeros años del bebé. Y una guardería, por supuesto, cuyo coste es de 30 euros mensuales: «Queremos crear un vínculo co territorio, que as primeiras vivencias dos pequenos estean en Boborás e que queiran volver cando sexan maiores», dice el alcalde, Cipriano Caamaño.
El concello es uno de los responsables del nuevo pintado del centro escolar, cuyo crecimiento se ha convertido en motivo de orgullo municipal: «Apostamos polo colexio», asegura Patricia Torres, «porque os pequenos non van so a formarse, é tamén un lugar onde buscar a felicidade».