«Rodeábannos os veciños e preguntaban como estaban as súas casiñas»

Tania Taboada LUGO / LA VOZ

A VEIGA

CARLOS CASTRO

Dos conductores de motobombas relatan los momentos de angustia vividos en la noche más difícil de Cervantes

21 oct 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

La madrugada del lunes pasará a la historia de Javier Santín (Cervantes, 1979) y Suso Trabado (Cervantes, 1968) como una de las peores de sus vidas. Residentes en este municipio de la montaña lucense, conductores de una motobomba y dedicados a las labores de extinción de incendios desde hace años, vivieron en primera persona momentos de los que pensaron no salir vivos. Pero a pesar de las crudas circunstancias, y al igual que todos sus compañeros, no lo dudaron. Se llenaron de valor y arriesgaron sus vidas para meterse en medio de las violentas y virulentas llamas cuando estas intentaban arrasar las casas de sus vecinos.

Ambos están acostumbrados a vivir desde pequeños incendios en la zona, pero como el de la madrugada del lunes, nunca jamás. «Na parroquia de San Martín de Cereixido levamos un medo indescritible. Ardeu o tendido eléctrico e pensamos que morrera un compañeiro abrasado na motobomba. Viamos as luces rotativas rodeadas de lume e sentiamos estoupidos. Criamos que eran os pneumáticos», manifestó Javier, quien añadió que el alivio llegó cuando uno de los compañeros llamó por teléfono al motobombista y este respondió.

«Pensamos que un compañeiro morrera abrasado porque desapareceu entre as lapas» Javier Santín es conductor de una motobomba desde el año 2009, pero fue peón en brigadas de incendios en años anteriores. La madrugada del domingo estaba de día libre. Al ver lo que se avecinaba, no lo dudó. Llamó por teléfono a la central para ofrecerse voluntario si fuera necesario. Y vaya si lo fue. Trabajó sin parar desde las nueve de la noche hasta las once de la mañana del lunes. «Déronse unhas circunstancias superiores ás dun incendio forestal. Foi como unha guerra cunhas dimensións que nunca vivira. Parecía que a forza da natureza non se daba apagado nin con auga», describió Javier.

Durante toda la noche, los brigadistas estaban conectados a través de sus emisoras. Según avanzaban los minutos, el panorama se ponía peor, y hacerle frente a las circunstancias suponía un riesgo. Pero aún así, primaba una cosa: la responsabilidad de presentarse en los lugares afectados y hacerle frente a la situación. «Pola emisora dicíannos: “O primeiro sodes vós, pero intentade salvar aos pobos”». Este mensaje, que uno de los agentes transmitía continuamente, quedará grabado para siempre en la memoria de estos dos conductores de motobomba.

Otro de los peores momentos se vivió cuando surgió un foco en la parroquia de A Veiga de Abaixo. En ese momento, el director de extinción estableció dos puntos de actuación. También había que acceder a San Martín de Cereixido, otra parroquia en peligro y en la que los vecinos fueron desalojados. Allí se encontraban una brigada y dos motobombas, pero demandaban agua porque el fuego estaba alrededor del pueblo y en un alpendre. Tenían recursos, pero necesitaban más. «A situación para acceder ao pobo era imposible. A violencia do lume e as lapas duns 20 metros que atravesaban a estrada dicíano todo. Sabiamos que non debiamos pasar porque podíamos arder pero necesitaban que pasaramos. Non o dubidamos. Perdiámonos de vista polo medio do lume e do fume e aproveitabamos o segundo de tregua para pasar», indicó Javier, que indica que esa madrugada salió el coraje y la solidaridad para hacer lo imposible. «Cando iamos a Doiras para cargar a motobomba, rodeábannos os veciños desaloxados. Ademais de axudarnos, preguntábannos como estaban as súas casiñas», concluye