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Manolo Figuieiras presenta su exposición  Le cirque du Figuier  en la sala ourensana Dodó Dadá.
Manolo Figuieiras presenta su exposición Le cirque du Figuier en la sala ourensana Dodó Dadá. Miguel Villar

El circo del arte a través de la extraordinaria exposición de Manolo Figueiras

26 jun 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

«Todo en mi tragedia ha sido espantoso, mezquino, repugnante, carente de estilo; hasta nuestro uniforme carcelario, nos hace grotescos. Somos los bufones del dolor. Somos payasos con el corazón deshecho». Óscar Wilde.

El polifacético artista Manolo Figueiras acerca al público de la galería ourensana Dodó Dadá, activo cenáculo de las propuestas más interesantes y novedosas y dirigido con lucidez y pasión por los pintores Xosé Vilamoure y Marita Carmona, la extraordinaria exposición Le cirque du Figuier, un sorprendente trabajo que comenzó a principios del 2000 y reflexiona sobre el mundo del circo, estableciendo un paralelismo entre la soledad, la gloria, la angustia y la alienación que contrapone el instante del artista de circo en la pista y el vulgar anonimato de hombre normal en el que se convierte cuando baja de cada escenario con la necesaria y elegida soledad del creador plástico, la cruel incomprensión de la sociedad y de los suyos, el éxtasis del momento creativo y el infierno insoportable de la no creación, el vértigo insultante de la exigencia y el miedo a la frustración de no alcanzar la obra que permanentemente busca en su proyecto vital, ingrato y necesario.

Una profunda brecha entre el espectáculo que constituye el instante y la realidad del artista como ser diferente en una sociedad empeñada en establecer patrones uniformes desde la complacencia ignorante de una globalización destructiva en la uniforme banalidad de lo efímero y superficial, de lo elemental en el perfil más bajo y mayormente manipulable. Figueiras exorciza esas extraordinarias diferencias del que no encaja en un molde establecido y correcto. Reivindica la libertad de lo distinto, del pensamiento y la crítica, de la integridad en la virtud de la diferencia con su carga sustancial de desasosiego, desilusiones, apasionamientos y sufrimiento como castigo a la magia de la creación.

Manolo Figueiras, con una ironía tan despiadada como lúcida, característica de una inteligencia superdotada y la eminencia de una cultura, probidad y sensibilidad superior, sitúa en el centro de la pista, convertidos en protagonistas de la acción, ejecutores, sujetos pacientes u observadores a personajes de la Historia del arte como al Bufón el Primo, don Sebastián de Morra, retratado por Velázquez con la gran dignidad que merecía y a Mari Bárbola Asquín, inmortalizada en Las Meninas, junto a Nicolás Pertusato.

Los enanos formaban parte del servicio de palacio de los monarcas y su función era la de entretener con sus diversidades físicas a la corte. Este inhumano pasatiempo surgió en Inglaterra en el siglo XVII en las carpas de Tom Norman, se generalizó en época victoriana y en París a finales del XVIII y se consolidó en los Freak Shows americanos de P.T Barnum o Espectáculo de fenómenos, donde seres humanos eran expuestos como aberraciones de la naturaleza o monstruos por sus discapacidades, enfermedades, rarezas biológicas, étnicas, extravagancias (tatuajes) ó talentos inusuales desde deformaciones y alteraciones psíquicas o físicas (policefalia, enanismo, gigantismo, obesidad, hirsutismo, órganos supernuméricos, amputaciones, siameses, albinismo?) hasta características corporales o capacidades insólitas( elasticidad extrema, fuerza, contorsionismo) y grotescas convertidas en espectáculo como un acto vergonzante de despiadada crueldad. Fueron todavía más famosos tras el estreno de la película de Tod Browning Freaks, La parada de los monstruos, en 1932.

Otra de las características de estas exhibiciones eran su carácter itinerante de espectáculos viajeros, como el circo moderno que complementaba el show con actuaciones con animales y artes acrobáticas, escapismo, magia, ventriloquía, burlesque, medicine shows, lanzamiento de cuchillos).

Figueiras introduce este elemento nómada como reflejó Picasso en los santimbanquis de la época rosa en el realismo melancólico que retrató a la familia del circo Medrano, además de una clara simbología del sacrificio identificando al artista con el Ecce Homo.

Una mujer cubista hace pasar por el aro a un levitante Cristo muerto de Mantegna, mientras el Caballero de la mano en pecho es atravesado por los sables, imágenes dobles, referencias mitológicas, Aracne; animales caballos, primates, asnos, guiños a maestros del arte como Witkin, Dalí, Miró, Magritte, Van Gogh, Matisse, Goya y una pista en llamas ante un público que, como símbolo de extrañeza y distancia, se ignora.

Cabe destacar el extraordinario catálogo estructurado como álbum de cromos y poemario.