Lo habrán oído mil veces: sí se puede. Es un lema recurrente en escenarios deportivos, en momentos calientes de distintos partidos y hasta en previas cargadas de emotividad, antes de esos duelos del siglo que se repiten cada semana, al punto de terminar por ser costumbre.
Es grito de ánimo y de convicción, de creer que algún reto complicado es posible, que está a nuestro alcance. Y, sin embargo, nació muy lejos de ese ámbito deportivo. Se le atribuye a Dolores Huerta, cofundadora de United Farm Workers, organización sindical estadounidense que nació como Unión de Campesinos. Por eso la frase fue creada en castellano y reivindicó los derechos de los trabajadores agrícolas y de las mujeres.
El mismísimo Barack Obama bromeaba con el día que se presentó ante la activista para admitir que le había robado el eslogan para traducirlo a yes, we can: «Menos mal que se lo tomó bien, porque Dolores no juega».
Mujer, trabajadora y madre de once hijos. La voluntad se le supone como, salvando las distancias, a una niña pequeña a la que le pones un balón de baloncesto en las manos y te dice que quiere ser jugadora profesional. El carácter se intuye y quienes vieron a Raquel Carrera en el patio de Josefinas pudieron dudarlo, pero no lo descartaron del todo. Igual sucedió en el Pabellón y, en el Celta, a donde marchó con apenas 13 años. Un club emergente como el Valencia también creyó a aquella deportista soñadora aún menor de edad y hasta la NBA planea por encima de sus canastas. Aún no pude preguntarle si sabe quién es Dolores, pero su particular sí se puede se oye en todo el mundo.