A quienes nos cuesta olvidar los ochenta nos satisfacen noticias simples como el hecho de que Tapón ganara un Óscar. Sí, ya saben —algunos clásicos—, el niño que acompañaba a Indiana Jones en su búsqueda del templo maldito. Casi cuarenta años después, Ke Huy Quan, vietnamita de nacimiento, fue aplaudido en el escenario más suntuoso de Los Ángeles. Y después de pasarlas de todos los colores, se llevó un galardón que no tiene ni el mismísimo Harrison Ford.
Lo consiguió el ya cincuentón, que había brillado además en la icónica Los Goonies, por su último trabajo en Todo a la vez en todas partes. La misma peli que le valió otra estatuilla a Jamie Lee Curtis, recordando a sus padres —Tony Curtis y Janet Leigh— estrellones de Hollywood que tampoco se la llevaron. Dedicatoria obligada.
La noche tenía un toque de lo más oriental y después del premio a Naatu Naatu, la canción india que dejó sin Óscar a Rihanna y Lady Gaga, le tocó el turno a Michelle Yeoh, la malaya que fue chica Bond junto a Pierce Brosnan y dama de la Fórmula 1 de la mano de su esposo, Jean Todt.
En el pañuelo de este mundo globalizado que rompe clichés y te sorprende con el paso del tiempo, suena casi lógico que el entrenador del norteafricano Melilla sea el mismo Gonzalo García de Vitoria que un día ascendió al COB, aunque otros no supieron cuadrar los números para volver a la ACB. El público del Pazo es de los que tiene memoria y le dedicó cariñosas ovaciones, desde el calentamiento. Y es que recordar los buenos momentos es saludable en días de crisis. Casi tanto como aplaudir el Óscar de Tapón.