El baloncesto da juego aquí y allá. Comenzando por el punto más alejado, la NBA acapara titulares con la llegada de Kyrie Irving al Dallas Mavericks, para reunirlo con el pujante Luka Doncic.
¿Y alguien ha pensado quién es su nuevo jefe? Mark Cuban, milmillonario según la revista Forbes, es muchas cosas más, pero no discreto. Improperios contras los árbitros, un dineral en champán para celebrar su anillo de campeón o fichar a Charlie Sheen cuando todo Hollywood le daba la espalda son varias de las excentricidades de este judío de Pittsburgh, que también entró al trapo de unas declaraciones antisemitas de su nuevo base.
Y es que el bueno de Kyrie —todo un fenómeno en lo suyo— atrae las controversias en su dirección. Ya saben, según Rolling Stone, no se vacunó contra el covid, porque «un plan de Satanás pretende implantar microchips a la población negra y controlarla por ordenador». Y al mismo tiempo era capaz de comprarle una casa a la familia de George Floyd, el hombre asesinado por un agente de la policía de Mineápolis.
Aquí, en Ourense, nuestro baloncesto gira alrededor de un Shaun Willett que se desvinculó del COB, después de negarse a jugar un partido por estar lesionado. Su entrenador Félix Alonso —y todo el entorno del club— entienden que el compromiso con un grupo va más allá de cualquier individuo. Quizás los excéntricos Cuban e Irving puedan permitirse licencias. Los cobistas, no. El cupo de las excentricidades se agotó en su atípica —y dilapidada— ampliación de capital y la meta de mantenerse en la LEB Oro es tan complicada que no cabe siquiera un jugador egoísta.