Ahora que están de moda los documentales sobre el fútbol de antaño y las andanzas de personajes como Ruiz Mateos, Lopera, Cuervas y otros singulares presidentes de los mejores clubes del país, me viene a la cabeza una frase mítica de Jesús Gil, pasional —y polémico— expresidente del Atlético de Madrid: «Echar a un entrenador es como tomarme una cerveza». Palabras de un hombre que enseñó la puerta de salida a técnicos como César Menotti, Ron Atkinson, Javier Clemente, Luis Aragonés —el primero en completar una temporada y empezar la siguiente—, Pacho Maturana, Alfio Basile y Arrigo Sacchi, entre otros muchos. De hecho, la estadística de la era Gil, continuada por el control de su familia, muestra 34 entrenadores y 49 cambios en el banquillo, en unos 25 años, hasta que el Cholo Simeone echó el ancla en el Calderón.
Sin llegar a esos números, al fallecido Gil y Gil le ha salido un imitador de gatillo fácil en Lugo, donde Tino Saqués va por los catorce preparadores en menos de ocho años. El ourensano Fran Justo fue el decimotercero. ¡Mal número, vive Dios! Todo un regalo envenenado que le hizo el empresario, como premio a su excelente labor en el Arenteiro e incluso en su anterior etapa en el Ourense CF. El mundo del balompié sigue siendo inescrutable, incluso para los que llevamos media vida pululando a su alrededor y hasta para los que lo habitan a diario. He oído muchos comentarios del estilo «no debió ir», pero el éxito es de los valientes y el bueno de Fran lo es. Ya encontrará otro presidente que se tome las cervezas para celebrar triunfos y no para sacudir proyectos bien trabajados.