Es curioso cómo la vida depende siempre del color del cristal con que la mires. Ya no es que uno vea el vaso medio vacío y el otro medio lleno. Que uno sea optimista y el otro pesimista. Lo importante es el cristal, sobre todo en la política. En este caso, la distorsión puede ser tal que los espejos del callejón del Gato de Valle-Inclán se quedarían en nada.
El alcalde de Ourense, Gonzalo Pérez Jácome, debe tener cristales de todos los tamaños, grosores y colores. Algo así como esos maletines de oftalmólogo, con decenas de lentes, que te quita y te pone al tiempo que dice: ¿así mejor? No se explica de otro modo que defina como «una chorrada» una investigación de la Fiscalía -que quedará en lo que quedará- precisamente el hombre que, desde la oposición, llevó al juzgado todo lo que se pasó por la cabeza. ¿Solo vale denunciar a políticos si tú no eres uno de ellos? ¿Estaban sustentadas las denuncias que él presentó en su momento contra otros responsables municipales? ¿No se puede fiscalizar la gestión de un gobierno local? En definitiva, ¿Jácome cree que siempre tiene razón? La respuesta es sencilla: sí. Cree que solo él acierta, que solo él puede ser un azote, que solo él puede presentar papelitos en la Fiscalía... Y lo que opinen lo demás, ya lo dijo Mecano.
Al regidor de la tercera ciudad de Galicia debería inquietarle que se acerque el ecuador del mandato y que tenga tantas cosas pendientes. ¿Dónde están los conejos que ha ido sacando de la chistera en estos meses? No se les ve. Fueron una ilusión.
Sería curioso comprobar, con el cristal que usaba hace unos años, cómo vería los contenedores sin arreglar, el mercado de A Ponte sin adjudicar, las cafeterías municipales sin abrir... Por citar solo algunas promesas. A lo mejor no se trata de cómo lo ve, sino del sillón desde el que mira.