Precipicios

María Doallo Freire
María Doallo NO SÉ NADA

OURENSE

10 feb 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Precipitarse tiene dos acepciones muy distintas según la RAE. Yo, como impaciente empedernida, he sido siempre devota de la segunda, esa que consiste en hacer que un acontecimiento o proceso suceda más rápido de lo debido. Como cuando al enterarme de la procedencia de los Reyes Magos pregunté sin parpadear: «Dios va por el mismo camino, ¿verdad?». De esta forma he provocado el final de muchas historias. Lo de que mejor arrancar la tirita de cuajo. Lo cierto es que es algo que detesto de mí. Porque el viaje es mucho más que el destino, ¿no? Y, a veces, la tirita hasta queda bien ahí, puesta, reblandeciéndose más y más con cada ducha. El caso es que por varios motivos parece que últimamente me he ido inclinando hacia la primera de las acepciones. Esa que hace que vaya por ahí arrojándome sobre las cosas y dejando que otras se me caigan encima. Me pasa mucho con los libros. La semana pasada me precipité dentro de Miss Marte, hasta el punto de no diferenciar entre cuál es mi mundo y cuál el que creó Jabois. Hacía mucho que no me ocurría, pero él tiene la capacidad innata de pintar el paisaje al milímetro. Luego te pincha acompasadamente el estómago mientras sigues contemplando el mar. En Miss Marte el agua te acaricia los pies y al segundo estás peleándote por sobrevivir en mitad del océano. Encandila, arrastra y atrapa. Tardé unas horas en abandonar la Costa da Morte y regresar a mi sofá, con los pulmones encharcados y el corazón latiendo bajito. Exhausta, pero con una prisa inherente por llegar al siguiente precipicio. Que no se nos olvide nunca que la vida es saltarlos.