Escuela de calor

Pablo Varela Varela
Pablo Varela EL APAGÓN

OURENSE

24 jun 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Siguen existiendo cuentas pendientes en el imperio del minifundio, donde cada verano parece el mismo cuando sube el termómetro. Si a Galicia la caracteriza algo quizá sea su disposición innata para pasar página tras una desgracia. Para algunos, conformismo. Para otros, una forma de reinventarse sin excesivo alboroto, porque el ruido no suele hacer amigos.

Un año más, Ourense parece el campo de pruebas perfecto para comprobar si esa ley del silencio que acompaña a los incendios sigue vigente. Un compañero, de los que ya acumula décadas recorriendo carreteras y montes de la provincia, suele resumir esta cuestión así: «Como pasa coa humanidade, chega un momento no que todo é tan insoportable que remata en cinzas. E no caso do lume, aquí esquecémonos pronto porque a xente asume que tras a negrura volverá o verde».

En el sur de la provincia, donde los montes del Xurés todavía combinan ambos colores, algunos turistas portugueses se aventuraban el domingo más allá de los pedruscos fronterizos en la Portela do Home, y se preguntaban si estos meses se repetirá la escena del fuego desvistiendo las colinas y dejándolas en roca desnuda. Venían de las cercanías de Aveiro. Quizá demasiado lejos para comprender que no es tanto una cuestión estacional, sino cultural. El norte de Portugal y Galicia no se entienden sin esa identidad común en obstáculos como el abandono del campo o las parcelas de vaya usted a saber quién. Pero también en asuntos como el fuego, tan amigo en la noche de San Juan a la hora de espantar a las meigas y tan traicionero cuando se le deja crecer libre el resto del año.