El rey de los Milesios

Tareixa Taboada OURENSE

OURENSE

Xosé Cid, durante la inauguración de su muestra «Materia infinita»
Xosé Cid, durante la inauguración de su muestra «Materia infinita» Álvaro Vaquero

Xosé Cid, relacionado con Os Artistiñas, analiza al ser humano y lo desvela a través de su obra

26 ene 2021 . Actualizado a las 21:05 h.

«El silencio se halla tan pleno de sabiduría potencial y de espíritu como un bloque de mármol en bruto es, en potencia, una gran escultura», Aldous Huxley.

Xosé Cid Menor, creador independiente. Relacionado con el grupo de «Os Artistiñas» de O Volter, «el bar del Tucho», cuyo nombre, acuñado por Risco homenajea al Cabaret Voltaire dadaísta de Hugo Ball y Emmy Hennings y debe su grafía a la ingeniosa ocurrencia del escultor Acisclo Manzano por transcribirlo fonéticamente, realizando así una pirueta surrealista del lenguaje, un lúcido juego conceptual. Sin embargo, Cid nunca llegó a adscribirse, manteniendo su autonomía, aunque el contacto con estos artistas le incitó a superar el marcado costumbrismo de las piezas de tono popular de sus inicios cuya ingenuidad, ternura, ironía o resignación remite a los personajes populares de Castelao. A esta etapa pertenece la serie Homes e mulleres da Rabeda y recupera este interés por la temática de lo popular en el evocador Monumento a la Castañera dignificación del trabajo femenino y símbolo de Ourense, bronce de cierta severidad clásica y una sensibilidad y ternura sublime en la tierna dulcificación del rostro sin idealización aunque sí con heroísmo.

Consolidada su personalidad escultórica, el artista continúa investigando a través de los materiales y el misterio de las formas haciendo característica propia el arabesco. Un trazado sinuoso y curvo para perfilar las oquedades de las siluetas, una tendencia si bien orgánica, a la abstracción de los volúmenes cuyo canon estilizado parece expandirse en el espacio, contemplándose tanto en las obras de mayor escala, la obra pública como en Breogán, rey de los Milesios, o Monumento a Blanco Amor, como en la de tamaño menor, una búsqueda y una experimentación y la consecución de un lenguaje innovador y personal.

Desde la casa taller en A Rabeda, con dos salas dedicadas a exposición permanente que comparte con su hijo, el artista conceptual Rosendo Cid que investiga sobre valores culturales, la metáfora lingüística de la imagen y sus significados y el conflicto semántico, Xosé Cid experimenta con la materia y la luz para arrancar de esta la idea que emerge con sabio diálogo de texturas en la piedra pulimentada que reserva y aísla a la figura del exterior como suave coraza y otras de arista viva, símbolo de su abrupta identidad pétrea, siendo el volumen forma plástica del espacio y su imposición en el mismo, mezcla de clasicismo impresionista y vanguardia en transiciones que recuerdan a Rodin y Medardo Rosso y que otorgan una equilibrada credibilidad basada en una soberbia especialización profesional que aporta a las obras una marcada calidad táctil en el ejercicio de una poética de contrarios con una capacidad en el bronce expresiva, analítica y estructural derivando su figuración hacia formas elementales y que en el mármol y la piedra como Brancusi, es donde hallamos la esencia de una «substancia» inmaterial que entronca con lo trascendente en las dualidades, en la relación directa con la materia y el cuerpo como territorio, naturaleza y referencia, lugar de experiencias, belleza y regeneración. La escultura de Xosé Cid como la de Jaume Plensa, genera un silencio necesario para la reflexión, para la introspección. Una serenidad que se expande a través de las formas naturales y biomórficas. La vibración de la luz como estructura, palabra y emoción.

Una sublimación de geometrías abstractas, planos equilibrados y facetados de orden cubista y el hermetismo de la elipse que contiene en su trazado, toda forma. Geometría de un vitalismo vinculado a la tierra como fuente de identidad, raíz y origen con la omnipresente figura humana como referente físico. Frontalidad primitivista y reinvención del lenguaje con una tendencia reductiva de lo orgánico, transparencia y tensión, resistencia y continuidad. Tensiones y torsiones expresionistas en el movimiento contraído en su punto de mayor desmesura, hipertrofiando interesadamente los volúmenes para su explosión expresiva, el gesto; en los pliegues de los materiales que evidencian los nudos al aire de la madera, las marcas de los materiales incididos, acariciados, torturados.

Suaviza el aspecto monolítico, ritual y ceremonial de los bloques ascensionales en los vacíos poéticos que articula el hueco con un juego dialéctico de contrastes que remite a Moore en los cuerpos yacentes y recostados y un hedonismo introspectivo de profundo calado humano y existencial y a la vez vitalista y lírico. La obra de Xosé Cid es la de un sereno analista del ser humano a través de un lenguaje único y personal.