Deconstruido

María Doallo Freire
María Doallo NO SÉ NADA

OURENSE

28 ene 2020 . Actualizado a las 21:38 h.

No nos vamos a engañar: el cocido sienta fenomenal cuando lo masticas aunque digerirlo ya es otra historia. Pero lo comemos. Tanto como podemos. Porque posiblemente sea una de las mejores comidas del mundo y además es nuestra. Es casa y es jarana. Es tradición y es sobremesa infinita. Es sinónimo de reunión y de domingo. Es calor en invierno y además huele a entroido. Parece sencillo en elaboración pero está cargado de destrezas que solo pueden transmitirse de generación en generación. El cocido tiene sus propios secretos y cuando se pone en la mesa incita a los que lo rodean a soltarlos todos. Porque es una comida que se comparte solo con gente a la que nos atan innumerables hilos, por eso es tan difícil ponerle fin. Es casi un ritual familiar. Una forma de reconciliación y el recuerdo intacto de que en esta tierra muchos de los nuestros pasaron hambre. Y, por supuesto, es la mejor forma culinaria de celebrar nuestras raíces. El cocido es Galicia pero, sobre todo, es rural gallego. Es del interior y por eso se ha cocinado en las lareiras de las casas que conforman las aldeas más recónditas y escondidas de nuestros montes. Las mismas que hoy son noticia por estar amenazadas. Y la amenaza en este caso no es el fuego o la lluvia. Somos nosotros. Alejándonos de los oficios tradicionales, de la vida en el rural. Huyendo de la tranquilidad y del aire más puro, pero eso sí, reclamándolo cada poco en Instagram. Como si eso nos redimiese por olvidarnos de que la mayor riqueza en cualquier cultura la aportan las personas que le dan vida y la transmiten. Frenemos la despoblación y apostemos por el rural, porque si no acabaremos comiendo cocido deconstruido. Sin significado y sin tradición.