Las carreteras perdidas

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OURENSE

Miguel Villar

El resplandor de la luz en la pintura atmosférica de Juan Rivas

06 ene 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

«No puedo caminar por los arrabales en la soledad de la noche, sin pensar que ésta nos agracia porque suprime los ociosos detalles como el recuerdo». Borges.

El Centro Cultural Marcos Valcárcel presenta la exposición La luz que nunca se apaga, del conocido artista Juan Rivas. La exposición, comisariada por Ángel Cerviño, mantiene la tensión narrativa en el suspense de la imagen y en la iluminación ilusoria y artificial de los espacios periurbanos y en los matorrales del extrarradio. Lugares coagulados y espacios congelados en el tiempo, de zonas vacías y zonas vaciadas y una luz como polvo de estrellas, de resplandores aislados. Brillos temblorosos parpadeantes en la trepidación de la luz, sombras en aleteos de polilla y en el barrido intenso de la niebla como fulgores sin perfil limitado. Abstracciones en el paisaje que es a la vez un lugar objetivo e íntimo, exterior e interior. Lírico y nostálgico. Un paisaje domesticado aunque exento de presencia humana ya que se manifiesta como una experiencia inmersiva en la que el protagonismo de la imagen resitúa y traslada al observador al interior de la escena, introduciendo al espectador diletante que como en un deja vu se aturde y confunde en la percepción del recuerdo con lo vivido. La intuición y lo onírico de Magritte viaja en el subconciente colectivo a través de la noche. Una noche pesada y oscura que cae como un pegajoso licor sobre la aldea tras el crepúsculo ardiente como una veladura nebulosa.

El instante de la tarde en el que la oscuridad tiñe el paisaje con el halo misterioso de la noche ha cristalizado en magníficos nocturnos como Noche estrellada sobre el Ródano de Van Gogh, El 3 de mayo de Goya, Grimshaw, el pintor de la luna en maestros del tenebrismo como Caravaggio, Ribera o Zurbarán, es la noche inspiradora de impresionistas y realistas estadounidenses como Twachtman, Ryder o Hopper.

Juan Rivas utiliza el tonalismo para crear una atmósfera mágica de ensoñación a través de una neblina que se cierne sobre el paisaje creando círculos de luz temblorosa en las manchas irisadas de las farolas.

Mediante la semioscuridad, el paisaje vaciado se eleva misterioso, inestable y profundo como una película de David Lynch. Los caminos se abren como incógnitas, encrucijadas que borran los pasos ocultos tras la foresta.

El avance imparable de la Naturaleza frente a la intervención humana. El hábitat deshabitado que se expande más allá de uno mismo. Composiciones equilibradas por el silencio de lo apartado. Escenas de extinción. Paisajes de extrarradio en el recuerdo de la prisa infantil con el corazón apretado en un latido y la respiración entrecortada en el mareo de la apnea, el frío en las rojas mejillas y los ojos acuosos por la carrera, las botas agotando las últimas luces del atardecer ante el sobresalto de la noche, dejando atrás la sombra que acecha en la oscuridad.

Revisión del paisaje humano

El lanschap de Juan Rivas es el retrato de una naturaleza que es metáfora de los aspectos más misteriosos de la psicología humana. Una revalorización de ambas naturalezas en su extensión.

Del silencio de los no-lugares en su condición de tránsito a través de una serie de sinestesias emocionales y poéticas que lo convierten en atemporal y místico. Una revisión del paisaje humanizado frente al aspecto romántico de lo sublime. Es un paisaje revisado por la contemporaneidad, por la síntesis que deja la resaca del recuerdo.

Un paisaje vívido, insistente como la conciencia irrevocable y existencial en la presencia intuida de lo humano habitado en las luces de las casas, en las arquitecturas integradas en el medio.

Utiliza la técnica sumaria de la macchia como abstracción que desplaza la forma, como impresión auténtica capaz de reproducir los efectos y afectos del paisaje y como superación de una tradición trágica y anacrónica para potenciar el efecto perturbador del claroscuro, un claroscuro radical concentrado en la composición de la imagen. Con una caligrafía sorprendente, Rivas explora el universo iconográfico del paisaje con un tratamiento de la luz que se resuelve en el objeto como portadora de energía de los colores amortiguados en ocres y verdes con una multitud de matices cromáticos fascinantes. Es sobrecogedor el dominio técnico que exhibe a través de luces y reservas.

Alegoría de temáticas de la ilusión a la decadencia a través de una metáfora visual emocionante que radiografía una sociedad alienada sin piedad ni crueldad y sin embargo, inquietante y perturbadora. Luces para iluminar el lado oscuro de los sueños.

crítica de arte