«La explotación fue responsable de traer mucha vida a Viana do Bolo»

María Doallo Freire
maría doallo O BARCO

OURENSE

Agostiño Iglesias

El que fue jefe de mantenimiento de la mina, Víctor Ron, recuerda su historia

08 sep 2019 . Actualizado a las 08:00 h.

«La dirección del Centro Minero de Penouta ha remitido un escrito a los empleados de la empresa comunicándoles el cierre de la explotación debido a la caída de los precios del estaño y a la falta de futuro de la mina». Así comenzaba la información que La Voz publicó el 3 de enero de 1987. Hubo muchas circunstancias que influyeron hasta llegar ahí y otras tantas que ocurrieron después de la publicación del cierre de esta mina que se dedicaba a la explotación de estaño y de tantalita, un mineral muy similar al coltán propio del Congo. Además, se trataba de una de las minas de estaño más grandes de España y de las más importantes de Europa.

Víctor Ron Fernández-Trabadelo llegó al Centro Minero de Penouta, en la localidad que lleva el mismo nombre dentro del concello de Viana do Bolo, el 2 de noviembre de 1981. Tenía 31 años, una Ingeniería Técnica Naval y un buen montón de meses a sus espaldas trabajando en un astillero en el que hacía barcos pesqueros; todo ello en Asturias, cerca de Viavélez, su localidad natal. En aquel momento Rumasa era propietaria de la mina: la adquirió en 1979 y bajo una situación de altas pérdidas, con el fin de sacarla adelante. Fue la empresa la que se puso en contacto con Víctor, contratándolo como jefe de mantenimiento. «El proceso de producción tenía muchas lagunas, tanto el proceso en sí como las instalaciones y las condiciones de trabajo, especialmente debido a la climatología, ya que las bajas temperaturas eran extremas en invierno. La prueba de estos errores que existían en la producción era que una gran cantidad de mineral no se aprovechaba y se iba a las balsas», explica el ingeniero. Tanta es la riqueza que se perdía por el camino que hoy en día la mina es propiedad de una empresa que trabaja sobre esos residuos que quedaron en el terreno. Víctor se refiere también a unas instalaciones «obsoletas» que se vieron obligados a modificar en los años de propiedad de Rumasa. Es importante tener en cuenta que la explotación de Penouta comienza a funcionar como tal mucho antes, a principios de la década de los setenta, aunque su formación data de 1905. Esto lo sabe bien Anxo Araújo, quien fue administrativo de la mina desde 1976 hasta que en el 80 ascendiese a jefe de personal. «Eduardo Barreiros compra el terreno a Cesáreo Sánchez para años más tarde juntarse con la empresa Altos Hornos de Vizcaya. Estos son los primeros propietarios, antes de la adquisición de Rumasa», cuenta Anxo.

También explica Víctor que en el momento de su llegada, en 1981, existía una gran dependencia de servicios externos. «El sector de mantenimiento no atendía todas las exigencias que se requerían. El personal era casi todo de la zona, tenían una gran voluntad pero escasa profesionalidad, no tanto debido a ellos si no al sistema que existía desde hace años en la mina. No se les formaba adecuadamente para los puestos de trabajo que desempeñaban, de ahí que al tener que imponer una serie de normas nuevas, en un principio yo no fuese demasiado bien recibido», cuenta. Desempeñó su trabajo durante más de ocho años en la mina, consiguió que se produjese el cambio más importante en la de Penouta: «pasar de ser lo que parecía una empresa familiar, a emplear un sistema industrial con el que conseguir mejores resultados y a la vez tener unas condiciones laborales pautadas y buenas».

Las cosas en la mina mejoraron a raíz de los cambios que implantaron Víctor y los demás miembros del equipo administrativo y gerencial, entre ellos la contratación de un nuevo jefe de taller, José Luis Montes; o la realización de obras de modernización de algunas instalaciones, como la eléctrica. Algo que se vio también reflejado en la relación del asturiano con sus empleados. Es innegable que supo labrarse el cariño de los trabajadores. Algunos de ellos se sorprenden emocionados al verlo por las calles de Viana -municipio que Víctor dejó en 1989 y donde tuvo lugar esta entrevista-, otros paran el coche mientras nos dirigimos al corte de Penouta, solo para saludar y saber que todo va bien.

Nada de lo anterior pudo evitar la expropiación de la mina a Rumasa el 24 de febrero de 1983, tras la cual pasó a pertenecer a la Sociedad Estatal de Participaciones Industriales (SEPI). «El Estado contrató a una empresa que realizase una investigación de las reservas para tener en cuenta la viabilidad de la mina», cuenta Víctor. El resultado no fue bueno y ahí, en 1984, comienza una batalla con numerosas idas y venidas, entre el deseo de cierre por parte de la propiedad de la mina y la lucha por mantener sus puestos de trabajo, por parte de los empleados. La mina cierra en 1987 sin poder evitar uno de los hechos más peculiares de protesta en la historia de la provincia de Ourense: el encierro de los 140 empleados en la Catedral de la ciudad. «Dormimos allí la noche del 9 de febrero. Éramos un grupo compacto y unido y luchamos por nuestros puestos de trabajo», afirma. No pudo evitarse el final de la explotación, aunque consiguiendo unas buenas condiciones de despido para todos los empleados que perdieron su puesto de trabajo. Otros 17, entre los que se incluye Víctor, se quedaron hasta el 89 para dejar la mina acondicionada para su abandono definitivo. «No nos podemos olvidar que la mina trajo muchísima vida a Viana do Bolo, creó puestos de trabajo y provocó en el concello imágenes de bares hasta los topes». Esta es la historia de Penouta, con principio y con final.