El vinilo friki

Isaac Pedrouzo ESTO NO ES OREGÓN

OURENSE

24 dic 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Existe un cierto número limitado de cosas que uno hace por inercia, de manera automática obviando ese segundo que precede a cualquier decisión. El mismo segundo que esboza el casi siempre doloroso «te lo dije.

Aplastar la lata vacía que queda cuando acabas el refresco, coleccionar esas cajitas pequeñas en las que no cabe nada, bajar el volumen del radiocassette del coche al entrar en una ciudad nueva o incluso tratar de ampliar una foto de periódico con dos dedos cuando el despiste te abraza y parece que has perdido el norte, el sur y el oeste. El este siempre se queda. A veces, sin darse cuenta, las personas juegan a esconderse para ser uno mismo.

Nosotros -y con nosotros me refiero a mí y mis tres amigos- cansados de juicios de valor con cada paso que dábamos, descubrimos que la mejor manera de matar el miedo a algo es presentarlo en sociedad, aunque eso suponga volver a pasar ese dulce mal trago que ya viviste durante la primera comida interminable de cinco platos en casa de tus suegros.

Nosotros, cansados de poner discos cuando nadie miraba por el tonto miedo al «qué dirán», hicimos lo contrario a escondernos: nos inventamos la Fiesta del Vinilo Friki. La colocamos cerca de Navidad, cuando todos los odios duermen.

Aquella idea de rescatar los viejos vinilos que tus padres o tus abuelos guardaban en ese acto egoísta y nostálgico de no querer romper con el pasado se convirtió en desafío. En objetivo. Así cada persona que escuchaba hablar de la fiesta nos traía ejemplares de discos y singles de existencia olvidada incluso para el propio autor.

Reunimos cientos. Aprovechamos decenas.

El día que preparamos la primera edición hace diez años en el Torgal había de todo; discos de grupos ourensanos como Los Bemposta, álbumes de marchas militares, el primer single de Leonardo Dantés. Aquella balada de los 80 que te empeñabas en ponerme y que ahora ya no puedo escuchar sin sentir un retortijón.

Todo sucedió muy rápido. Como sucede en la cama.

Xil Rios, Boney M, El Fary, Comando G, Roberto Carlos. La lista de éxitos populares que todos los presentes cantaban a voz en grito con las copas alzadas y los pies cinco centímetros por encima del suelo no parecía que fuese a terminar nunca, no queríamos que terminase nunca.

Las estanterías de bebidas se habían vaciado, a las piernas ya no le quedaban bailes que bailar y el pecho respiraba libre de prejuicios. Noté de pronto como uno de los asistentes se acercaba a mí con la mezcla perfecta de satisfacción y agotamiento dibujada en la cara. «Disculpa, ¿y aquí cuando empieza lo friki?», preguntó. Alguien pulsó «play», sonó Chimo Bayo y nos abrazamos.

Diez años después nuestra fiesta creció más de lo que nadie hubiera pensado llegando a más de quinientas personas en la última edición cuando ya tuvimos que mudarnos a una sala más grande.

Nada cambió de todos modos: los mismos colores, los mismos olores y Sergio Dalma explicando que bailar de lejos no es bailar.