Hace algunos días salió publicada la reflexión de un alto cargo de la Xunta sobre el sistema educativo que, decía, tendría que adaptarse a las realidades del mercado laboral galaico. Sus razones tendrán pero cuidado, ya lo intentaron en Merkelandia, y ahora tienen allí el caos absoluto en el bachillerato. Como los empresarios germanos hace años se quejaban de que los jóvenes llegaban tarde al mercado laboral, presionaron para que se recortara la vida escolar y que el bachillerato fuese de dos años en lugar de tres. Resultado: los estudiantes que se incorporan al mercado laboral tienen bajos conocimientos de matemáticas, de gramática y de ortografía de la lengua alemana. Y tan mal anda el nivel lingüístico que la policía federal alemana (BKA), algo similar al FBI en EE. UU., quedó este año asustada cuando más de la mitad de los aspirantes a 120 plazas de inspectores suspendieron solo en el test de conocimientos de lengua alemana, viéndose obligados a bajar en la siguiente convocatoria el nivel de exigencia para tener personal. Por eso hay que resistir en la educación a las presiones empresariales y políticas y tener un concepto claro y duradero, sino el tiro, con toda seguridad, saldrá por la culata. Estimados políticos, estimados empresarios, recuerden la educación es una inversión a largo plazo y de carácter generacional.