Una evolución en positivo

Elena Rivo TRIBUNA ABIERTA

OURENSE

24 nov 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

El papel de la mujer en la empresa ha evolucionado positivamente en los últimos años. Prueba de esta afirmación es el hecho de que cada vez encontremos más fundadoras de empresas, directivas y directoras generales. No obstante, esta mejora resulta insuficiente dado el paupérrimo punto de partida. La histórica discriminación de la mujer hace que todavía hoy la proporción de responsabilidades asignadas a las mujeres en el mundo de la empresa sea muy inferior a la que le corresponde por su participación en el mercado de trabajo, en las plantillas de las empresas y en el stock de titulados superiores respecto a los hombres. Diferencia que en ocasiones tiene también un reflejo en unas menores retribuciones en términos comparados para puestos similares. En efecto, a pesar de toda la ingente normativa en materia de igualdad en el trabajo, de las recomendaciones europeas y nacionales en este campo, es necesario seguir apostado por una discriminación positiva a favor de las mujeres. El sistema de cuotas ha permitido romper, al menos parcialmente, ese techo de cristal al que tienen todavía que enfrentarse las mujeres. A pesar de la demostrada capacidad y cualificación de las mujeres (en igualdad que los hombres), la tasa de ocupación femenina (51,2 %) sigue siendo casi 20 puntos porcentuales inferior a la masculina (70 %), la presencia de mujeres consejeras en el Ibex 35 alcanzó un 19,6 % en el 2015, y así un largo etcétera. De no actuar con medidas que fomenten realmente la igualdad, nos arriesgamos a quedarnos con un mero intento, en una bonita, pero nada práctica declaración de intenciones, que poco o nada van a ayudar a las mujeres a incorporarse al trabajo no solo por su sexo, si no por su valía. En la universidad se ha avanzado mucho en los últimos años, y tanto en el alumnado como en el profesorado la paridad incluso es superada en muchos grados y en direcciones de centros. La feminización de las instituciones de educación superior en España es una realidad. Un claro ejemplo es la Universidad de Vigo, que ha comprendido, desde hace años, lo importante que es que las mujeres, desarrollen su trabajo en las mismas condiciones, con las mismas posibilidades que los hombres. Además, gracias a esta firme apuesta del equipo de gobierno de nuestra Universidad, se ha podido establecer una hoja de ruta, de la que pueden tomar buena nota tanto instituciones públicas como privadas.