Acusan a una trabajadora de bajo rendimiento. No se lo cree ni el que inventó lo de la transustanciación. La echan por intentar defender los derechos de los trabajadores desde un sindicato cañero. El alcalde, ¿de izquierdas?, templa gaitas, busca «o necesario equilibrio». Los otros concejales miran para otro lado y asubían . Franco los hacía burócratas o los metía en la cárcel. Los del PP, bolcheviques ellos, defendiendo a los trabajadores y los ourensanos atónitos. Le adjudicamos el servicio de limpieza a una empresa que nos cuesta 1.370.000 pesetas más diarias, los 365 días del año, de lo que nos costaba antes; un servicio que está trabajando para todos nosotros; somos sus patrones y delante de nuestras narices tenemos que consentir que estos pseudoempresarios se cisquen en los derechos de los trabajadores en el siglo XXI. Como se las gastan estos neosudistas que hasta los indefensos contratados tuvieron que recular. Y yo los entiendo. Se acaba de morir Marcelino Camacho, un trabajador que se jugó varias veces el pellejo, en tiempos del sátrapa, para que no sucediesen estas cosas; pero siguen pasando y, lo grave, consentidas por nuestros representantes democráticos. Los políticos hacen bien en hilar fino al abordar un tema como este. Deben evitar que se cabreen las partes. ¡No vaya a ser!