Los últimos guarros

OPINIÓN

J.J. Guillén | EFE

12 dic 2025 . Actualizado a las 12:33 h.

Corre el riesgo Pedro Sánchez de que la imagen de Paco Salazar saliendo del cuarto de baño con la bragueta abierta se convierta en la estampa de un fin de época. Es de una obscenidad tan decrépita que podría condicionar el tono de toda la legislatura, como lo hizo la foto de Felipe y Guerra despidiendo a Barrionuevo y Vera en la cárcel.

Las guarradas de Salazar, pero también de Ábalos, de Koldo y ahora del ex presidente de la Diputación de Lugo, configuran un tipo de liderazgo pormishuevos que todas las mujeres de la Quinta sufrimos y que creíamos confinado. Es inexplicable que un dirigente del PSOE como Salazar saliese un día del retrete con la bragueta al viento, simulase una felación y reclamase vistas en primera línea a los escotes de sus subordinadas sin que esas subordinadas consiguiesen al segundo siguiente su despido fulminante. Estamos en el mes de diciembre del 2025, se nos acusa de feminazis, se nos advierte sobre las consecuencias de humillar al hombre como si el hombre fuese Alemania después de Versalles, pero en las oficinas sigue habiendo jefes que son unos cerdos y que violentan a sus subordinadas por una razón: porque pueden.

Es lo menos importante, pero todos estos señoros de miembro volador y ademán baboso comparten un aspecto físico de otro tiempo, antes de la calistenia y del ayuno intermitente, y lo hacen en un partido cuyo líder ha hecho de la belleza y la elasticidad un patrimonio político. Qué imagen la de una cuadrilla encabezada por el hermoso Narciso y cerrada por Hefesto. Y qué urgencia la de librarnos de estos penúltimos guarros que, seguro, sobreviven en más madrigueras que en el PSOE.