Aunque la mayoría de las encuestas dan una amplia mayoría a la derecha (PP+Vox) y un bajón a la izquierda, lo cierto es que nadie se atreve a pronosticar con la boca grande que en unos inminentes comicios Pedro Sánchez sería eyectado del sillón de la Moncloa. Y esto es muy extraño.
Y lo es porque la situación, se mire por donde se mire, es insostenible para los socialistas. Ahora mismo, Sánchez lleva una mochila enorme atada al cuello. No se sabe qué es lo que pesa más, si las corrupciones de Cerdán, Ábalos y Koldo; si los casos de su mujer y su hermano, o si las concesiones sin fin a los independentistas catalanes y vascos. Y todo ello, unido a que dirige un Gobierno que es incapaz de sacar los Presupuestos y que vive en una precariedad notoria, prisionero de una aritmética parlamentaria que le impide gobernar con su propio plan.
¿Por qué entonces se le sigue dando vida y crédito al presidente del Gobierno de España? Primero, porque ha demostrado una y otra vez una capacidad de resistencia más que notable. Pero eso sería restarle méritos al líder del PSOE. Tiene una habilidad especial para conseguir imponer su relato y para sumarse a las olas más convenientes en cada momento. Este es el caso de Palestina. Mientras en el PP debaten sobre si genocidio o masacre, Sánchez se ha erigido como un líder internacional que capitanea la protesta contra la aniquilación de un pueblo indefenso. Exhibe una humanidad que el Partido Popular es incapaz, con una Ayuso volcada en la defensa de un Israel que, se quiera o no, es el malo de esta película de terror en la que su brutalidad ha hecho caer en el olvido que fue Hamás quien lo empezó todo. El PP ha cometido el error de considerar la palestina como una causa ideológica, cuando es claramente un asunto humanitario.
Por otro lado, Sánchez está consiguiendo mantenerse de pie en el ring gracias a su potencia de fuego mediática. Se queja la izquierda de que los cañones de los medios de comunicación conservadores le disparan sin cesar y sin escrúpulo alguno. Proyectan un victimismo que envuelve una mentira, que es la inferioridad socialista en la lucha por el relato. Pero lo cierto es que Sánchez tiene a su disposición un tremendo cañón, que es Televisión Española. Desde ella, con una mejor factura que los demás, se ataca mucho más a la oposición que se fiscaliza al poder. RTVE, como siempre ha sido, compensa casi por sí sola al ejército conservador que cada día dispara contra el Ejecutivo. En la televisión pública se ponen sobre la mesa todos los temas que interesan a Sánchez, en lo que no deja de ser una continuación de la historia de siempre: los medios públicos al servicio del Gobierno de turno.
En definitiva, que entre su resistencia, su habilidad y los ingentes medios de que dispone el Gobierno de un gran país como es España, se sostiene en la lucha por el poder. Eso y la torpeza de un PP que no acaba de aprovechar sus bazas y que vive acoquinado por Vox.