Nuestra sanidad
El pasado mes de octubre me encontraba ingresado en el Clínico de Santiago para un trasplante de médula ósea. Un día estaba viendo un programa de televisión en el que debatían sobre temas de actualidad. Uno de los contertulios aprovechó su turno para «ilustrar» a la audiencia a dónde van a parar los impuestos de los «fachas-pobres». Decía que gracias a esas aportaciones un familiar suyo llevaba dos años viviendo con una medicación de varios miles de euros al mes. En mi opinión, le faltó añadir que también los impuestos de los «fachas-ricos», los «progres-pobres» y «progres-ricos» van a la misma caja común.
En nuestro sistema sanitario hay cosas que son mejorables, y también puntuales errores humanos. Pero, a pesar de todo, seguimos disfrutando de una sanidad de las mejores del mundo. Cuando uno llega a urgencias lo único que te piden es la tarjeta sanitaria. No te preguntan si eres militante o simpatizante de algún partido político. De momento. Pero viendo cómo está la política, no lo descartemos. Manuel Abeijón Vara. Esteiro (Muros).
Equilibrio seguro
La economía española se encuentra relativamente equilibrada socialmente con respecto a otros países en los que la distancia entre la riqueza y la pobreza es tan escandalosa que incita a quien carece de ella a la delincuencia para poseerla. La incorporación incontrolada de inmigrantes sin economía ni trabajo a una sociedad bastante bien estructurada rompe el valioso equilibrio conseguido entre los que vienen y los que van, entre los que tienen y los que no, entre el número de sus ciudadanos y los recursos que necesitan para vivir con dignidad, y la condena a resetearse urgentemente para atajar el riesgo social que entraña el mantener con menos a más, que a medio plazo le aportarán humanidad pero le restarán bienestar. Al igual que una familia amolda el número de hijos a sus ingresos para no entrar en caos, una sociedad previsora debería hacer lo mismo si quiere mantener su calidad de vida y su seguridad. Luis Cabaneiro Santomé. Lugo.
Carballeira destruida
Nuestro patrimonio no solo es arquitectónico, también son nuestros bosques, nuestros ríos, nuestro mar, nuestra gente. Lo penoso es que salga tan fácil destruirlo. El pasado domingo, en la feria de Torres do Allo (Zas), donde se encuentra el pazo restaurado más antiguo de Galicia, he comprobado cómo la dejadez de las autoridades ha permitido la destrucción total de un bosque con carballos, una carballeira muy conocida y antigua. Han arrasado con todo, no queda ni rastro de árboles, solo excavadoras. ¿Esto es lo que queremos para Galicia? Lelén Moar.