Bien lo decía una usuaria de X: se tarda más en el bus de Santiago a Lugo. Bastante más, de hecho. Once minutos ha durado el viaje espacial de un grupo de mujeres más producidas que cualquier capítulo de las Kardashian, mirando a cámara con una margarita en la mano, besando el suelo al llegar de nuevo a tierra, haciendo declaraciones pretenciosas y grandilocuentes sobre la necesidad de cuidar el planeta. Nos ha quedado claro, Katy Perry y Lauren Sánchez: el cambio climático es de pobres. Maticemos. El cambio climático, según parece, es culpa de nosotros, la gente pobre.
Digámoslo claro. Un grupo de pijas ha contaminado lo que no está dicho, el equivalente a la huella ecológica anual de 23 personas, para darse un paseíto promocional mas allá de la troposfera mientras a nosotros nos cobran catorce céntimos por cada bolsa del supermercado. En realidad, no es nuevo. Recordemos que contaminar es culpa de la clase media, no de mandatarios que cogen aviones privados, bendita coherencia, para ir a cumbres sobre crisis climáticas. En el calentamiento global tampoco influye Amazon, de la que es dueño el mismo señor que ha lanzado ese cohete. Y no hablemos de que el viaje ha servido, básicamente, para nada. Bueno, para unos buenos selfies y para dar mucha vergüenza ajena.