El juez Marchena

Ignacio Bermúdez de Castro
Ignacio Bermúdez de Castro PASOS SIN HUELLAS

OPINIÓN

FERNANDO ALVARADO | EFE

04 dic 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Manuel Marchena deja la Sala Segunda del Tribunal Supremo después de diez años, aunque continuará destinado en el alto tribunal. Día atrás comentaba Carmen Posadas en la presentación en A Coruña de su última novela, El misterioso caso del impostor del Titanic, que la idea para la trama de la misma la obtuvo tras una charla con el juez, quien, según sus palabras, es un hombre de una cultura y una bonhomía fuera de lo común. Recuerdo cómo dirigió el juicio del procés. Estuvo soberbio. Dejaba preguntar a los letrados hasta que a su criterio estos formulaban preguntas impertinentes. «Con puño de hierro en guante de terciopelo», única forma de dirigir un juicio de estas características, el juez Marchena pasará a la historia de nuestros procedimientos judiciales como paradigma de saber hacer y estar. La actitud de un juez unipersonal o presidente de un órgano colegiado alguna vez impone pánico a justiciables e incluso a letrados. Personalmente, actitudes despóticas por parte de los togados solo me ocurrieron en contadísimas ocasiones. En un potaje siempre puede haber un garbanzo negro. Un letrado debe proceder con el mismo respeto que a él le dispensan. Si se pregunta, repregunta e informa con corrección hacia la sala y la contraparte, nada hay que temer. Es cuestión de buenos modales, que en modo alguno significa dejar de defender los intereses del cliente.