La foto del adiós

Ramón Pernas
ramón pernas NORDÉS

OPINIÓN

MANUEL FERROL

17 jun 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Es el retrato de un transtierro, la geografía del alén al otro lado de la mar. Radiografía de un llanto universal, de un niño de 9 años que llora por todos nosotros. Padre e hijo están vestidos de domingo. El día es de plomo, las nubes arropan el perfil del buque en el puerto de A Coruña. Pronto partirá hacia Buenos Aires el Juan de Garay. Hace una hora que se embarcó su abuela y sus tíos. Docenas de pañuelos blancos, como una bandada de palomas mensajeras, un bosque de nubes albas compone el mapa de los recuerdos, de las despedidas desde el muelle mientras el fotógrafo Manuel Ferrol dispara su cámara y el retrato icónico, la foto de un adiós se cuela en el objetivo de la máquina.

Es el año cincuenta y siete del pasado siglo, el niño era Juan Jesús Calo y falleció la semana pasada a los 75 años en Fisterra, donde vivía, donde se acaba el mundo o donde comienza junto a la mar océana. Desde aquella mañana ya no volvió a ver nunca más a su abuela, que no pudo hacer el camino de vuelta del éxodo migratorio que vació Galicia. La habían despedido con un hasta luego que nunca se produjo.

Juan Jesús está junto a su padre Manuel Ángel, que sujeta su cara. Me conmueve verlo llorar, las lágrimas de un adulto subrayan el dolor de todo un pueblo poblado de adioses, son las bágoas da terra, de un duelo que no precisa traducción.

Este artículo es un obituario, una oración fúnebre, por una lacra que asoló el país en el pasado siglo y que convirtió a Cuba, Argentina o Venezuela en la alternativa al hambre y la miseria. La emigración fue un castigo incesante. Después fue Europa quien nos indicó el camino y Suiza, Francia o Alemania acogieron a miles de nuestros paisanos que sin conocer el idioma hicieron de esos países su nuevo hogar, mientras que remitían sus divisas para sostener el «milagro español». El niño de la fotografía y su padre también conocieron la emigración y pasaron algún tiempo en Suiza.

Hoy una lapida recuerda a los dos en un camposanto de Fisterra donde habita el viento del norte. También hace algún tiempo que nos dejó el retratista, el fotógrafo de los adioses que un día supo inmortalizar el llanto, como en un poema de despedidas escrito por Rosalía, o una canción que suena obsesiva, la Negra sombra que oscureció Galicia entera.

Hoy nuestros emigrantes ya no dejan la tierra con maletas de cartón llenas de sueños, aunque el transtierro tiene el mismo desarraigo. Y el voluntarismo de un nunca máis colectivo sigue siendo una utopía. Descanse en paz el niño de la foto de aquel adiós.