La decisión de matar

Jesús Ruiz-Huerta DIRECTOR DE POLÍTICAS PÚBLICAS DE LA FUNDACIÓN ALTERNATIVAS

OPINIÓN

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11 mar 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Hace 20 años, nos incorporábamos a las rutinas diarias con los ruidos de las bombas y las noticias que comenzaban a correr sobre las matanzas producidas en cuatro trenes de la red de cercanías de Madrid. Según los cálculos posteriores, murieron al menos 192 personas y alrededor de 1.860 quedaron heridas. En los días siguientes, muchos ciudadanos salieron a las calles en España y en otros países para expresar el dolor colectivo y demandar la búsqueda y el castigo de los culpables. El 11M fue calificado como el atentado mayor y más grave producido en Europa.

Dos años y medio antes, el 11 de septiembre del 2001 tuvo lugar el espectacular atentado contra las Torres Gemelas, el Pentágono y el Capitolio, en este caso con una cifra de muertos próxima a las 3.000 personas y un número muy superior de heridos. Apenas dos años antes, el grupo terrorista Al-Qaeda expresaba su invitación a atentar contra los Estados Unidos en una fatwa de 1998: «..la decisión de matar a los estadounidenses y sus aliados, civiles y militares, es un deber individual para cada musulmán, que puede hacerlo en cualquier país en el que sea posible hacerlo, para liberar la mezquita de al-Aqsa y la mezquita sagrada de la Meca de sus garras, y para que sus ejércitos [los estadounidenses] salgan de todas las tierras del Islam, derrotados e incapaces de amenazar a ningún musulmán»

Ambas masacres produjeron un enorme impacto entre la población del mundo occidental que hasta entonces se había librado de las matanzas masivas que se habían dado en otros lugares del mundo. Y todo parece indicar que los dos atentados estaban vinculados. Los pronunciamientos de los dirigentes de Al-Qaeda y los datos de los servicios de inteligencia ponían de manifiesto de forma clara la conexión de los dos atentados. Según una información de la Guardia Civil de mediados del 2003, «el apoyo prestado a los Estados Unidos en su guerra contra Irak implica determinados riesgos. La imagen de nuestro país pasa de ser la de una entidad individual a la de un ‘opresor occidental’, a los ojos de determinadas naciones y grupos extremistas».

Pero más allá del recuerdo de aquellos acontecimientos, de los problemas para determinar la autoría y su evidente repercusión política en las elecciones celebradas a continuación, de las informaciones a las que se referían estos días los medios de comunicación o de la manipulación de los datos (como nos recordaba el ocultamiento del reportaje de TVE a propósito de la entrevista realizada por Lorenzo Mila al presidente de los Estados Unidos y su esposa el mismo 12 de marzo), querría centrar la atención en el significado y las responsabilidades de los atentados de entonces y de las muertes que se producen estos días.

Es cierto que el atentado programado y preconcebido parece tener una mayor componente de gravedad y alevosía, pero qué se puede decir de los miles de muertos que nos muestran estos días los medios de comunicación en Gaza o en otras partes del mundo, en los que se sigue expresando el alcance de la violencia y la crueldad de los humanos. ¿Qué sienten quienes utilizan sus armas o hacen explotar las bombas que van a matar a muchas personas inocentes y que van a destrozar a familias y localidades completas?

Es muy dura la reflexión de que los humanos somos la única especie capaz de matar y aniquilar a nuestros semejantes de manera indiscriminada y feroz. La violencia irracional sigue presente en nuestro mundo a pesar de las barbaridades a las que hemos asistido en la historia. Después de los horrores vividos y descubiertos en la Segunda Guerra Mundial, algunos pensaban que esas cotas de violencia y de maldad no volverían a alcanzarse y, sin embargo, la muerte y la decisión de matar perviven entre nosotros y todo indica que seguiremos conviviendo con el desprecio a la vida, aunque constituya el primero de los derechos que todos deberíamos respetar.