La estupidez existe

Elisardo Becoña CATEDRÁTICO DE PSICOLOGÍA CLÍNICA EN LA USC

OPINIÓN

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19 oct 2023 . Actualizado a las 10:06 h.

Se define a la estupidez como una torpeza notable en comprender las cosas. O, falta de inteligencia, necedad o algo que no tiene lógica. De modo popular se usa para expresar que una persona se comporta, piensa o se muestra de modo torpe, con ausencia de inteligencia. La estupidez existe. Es parte de nuestra naturaleza humana.

Ya Carlo M. Cipolla indicaba que la misma no facilita la supervivencia. Para él hay cuatro tipos de personas: 1) Los inteligentes: benefician a los demás y a sí mismos. 2) Los incautos o desgraciados: benefician a los demás y se perjudican a sí mismos. 3) Los estúpidos: perjudican a los demás y a sí mismos. 4) Los malvados o bandidos: perjudican a los demás y se benefician a sí mismos.

La peor cara de la estupidez la vemos en la persona con poder o influencia que la aplica tomando decisiones inadecuadas, sobre todo a nivel económico y social, como de tipo personal, sufriendo las consecuencias no deseadas muchas personas.

Desde la perspectiva psicológica, se consideran tres tipos de conductas estúpidas. La primera, la simple distracción. Aquí, la misma no se produce por un acto voluntario sino por la carencia de esfuerzo o implicación personal. La segunda sería la falta de autocontrol. Esto se puede encontrar en personas con un trastorno obsesivo-compulsivo y/o en aquellas con poco autocontrol, asociado con un alto nivel de ansiedad. La tercera implica la ignorancia consciente. La persona acepta los riesgos y lleva a cabo acciones a pesar de que conoce sus consecuencias negativas.

Las personas no siempre actúan de modo coherente. A veces lo hacen de modo inteligente; otras, de forma insensata. Aun así, normalmente la persona estúpida suele mostrar una gran coherencia en cualquier campo de actuación. El problema es que cuando tiene poder puede llegar a producir daños terribles, a veces en sociedades enteras. Nos sobran ejemplos históricos. El más claro es el de aquellos gobernantes que han llevado a un país a la guerra, con sus graves y letales consecuencias. Otras a la pobreza más absoluta. De ahí que no debemos olvidar el principio de la navaja de Hanlon: nunca atribuyas a la maldad lo que puede ser explicado por la estupidez. Tampoco debe confundirse estupidez con ignorancia.

Por desgracia, el incremento y dependencia de la tecnología, como de las redes sociales, y el conformismo inherente, no facilitan que la estupidez descienda, sino que parece que aumenta.

¿Podemos reducir la estupidez? En parte, sí. Para ello tenemos que conocer en qué consiste, no caer en ella, y tener una visión más realista de las personas que nos rodean, como del resto de personas. Ello facilitará su detección y saber que existe. Eliminarla es difícil. Pero somos más optimistas que Aristóteles cuando decía que «la juventud pasa, la inmadurez se supera, la ignorancia se cura con la educación y la embriaguez con la sobriedad, pero la estupidez dura para siempre».