El drama familiar del IPC

Juan Pablo Calzada ANALISTA FINANCIERO

OPINIÓN

María Pedreda

28 sep 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Pese a que toda la atención mediática nacional está centrada en la política, las familias están mucho más preocupadas por su próxima dramática visita al supermercado o la llegada de las crecientes facturas mensuales. Sin duda es importante saber quién, cómo y a qué coste tendremos o no un nuevo Gobierno. Pero no lo es menos empezar a actuar ante una situación económica en deterioro.

Nos enfrentamos a la temida estanflación, es decir, aumentos de precios elevados y crecimiento económico bajo o negativo, que tiene como resultado un empobrecimiento de la población. En este contexto es surrealista la falta de debate y propuestas para evitar una catástrofe. Que, aparte de ensombrecer el presente y futuro de los ciudadanos, podría tener un impacto de enormes consecuencias en la esfera política.

Si bien la tasa de crecimiento del IPC general ha bajado considerablemente durante los últimos meses, su nivel es aún muy elevado para los modestos avances del PIB. Y todo apunta a que el IPC general volverá a repuntar en los próximos meses por los avances del precio del petróleo. Pero si la situación macroeconómica es preocupante, cuando analizamos el bienestar de los ciudadanos nos tropezamos con un drama. Y es que a los ciudadanos les afecta principalmente el IPC subyacente, es decir, los precios de los productos no energéticos y sobre todo de los alimentos, y ese indicador sigue creciendo a tasas superiores al 6 % y no hay visos de que vaya a reducirse sensiblemente en los próximos meses. Cada mes que pasa hay menos familias que llegan sin problemas a fin de mes, y las demás solo pueden reducir su nivel de vida o mantenerlo a costa de sus ahorros.

Actualmente, las previsiones de crecimiento económico para este año y las de aumentos del IPC general y subyacente siguen siendo insuficientes y elevadas, respectivamente. Lo que apunta a un mayor empobrecimiento de los ciudadanos durante este año y el que viene. Los bancos centrales ya han utilizado gran parte de su arsenal sin conseguir dominar la inflación.

El tiempo comprado por las autoridades monetarias a base de emitir deuda y mantener los tipos de interés a niveles demasiado bajos se ha terminado. Sus herramientas han perdido efectividad. Es momento de realizar impopulares reformas económicas, fundamentalmente rebajar el coste de las administraciones, racionalizar la legislación y aplicarla, o pagar la factura de dos décadas de inacción política con el empobrecimiento de la población. Hay que restablecer los potenciales de crecimiento de las economías desarrolladas con reformas y rebajar su endeudamiento sí o sí.