Sánchez y Puigdemont: qué hay de lo nuestro

César Casal González
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OPINIÓN

ALBERT GEA | REUTERS

24 sep 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Un amigo sencillo (y, por tanto, sabio) me aclara el problema del pacto de la probable segunda investidura de Sánchez, después de la primera no investidura de Feijoo: «El problema es que con la amnistía se pretende, en primera instancia, resolver los problemas particulares de dos personas: Puigdemont y Sánchez. Si el único acuerdo es que Sánchez le da la amnistía a Puigdemont y Puigdemont, a cambio, le hace presidente, no es un buen acuerdo para España. Sería bueno conocer cuáles son los planes posteriores o la posibilidad de que haya más contrapartidas. Porque, si el rumbo de Puigdemont es volver a hacer de agitador, a convocar referendos o declaraciones de independencia, solo vamos a salir perdiendo». Junqueras ha dicho que nadie va a pedir perdón y que el final de esta película de terror es el referendo, que no cabe en la casa común de la Constitución. Estamos ante un atajo peligroso y explosivo o un callejón con la misma salida disparatada de siempre. Vayamos a los hechos. Otra señal de que el Gobierno va a por todas, la reelección de Sánchez como sea, es que se haya priorizado la presencia del catalán en la UE, con el palo en los morros que supone para el BNG y el PNV, como si sus votos no fuesen necesarios en la operación aritmética más complicada de la democracia española. Parece que solo existe Cataluña. Puigdemont lo ha logrado. Y ha sido culpa de Sánchez y de Yolanda. Quedará la foto de una vicepresidenta con un fugado. Díaz tiene su lugar en la historia de este país. Y, lamentablemente, no va a ser por haber subido el salario mínimo. Desde Cataluña contraatacan con todo y se afean las palabras de Felipe y Guerra. Se pinta a Sánchez como un visionario, como el creador de la España plurinacional del futuro. El conflicto es si esas visiones de Sánchez son reales, caben en un acuerdo de todos los españoles o son solo un pacto para solucionar su deseo de seguir en la Moncloa, entregando lo que haya que entregar. Dicen desde Cataluña que Felipe González y Guerra son el Antiguo Testamento. Puigdemont, el fugado en un maletero, se suma con contundencia y les añade que, cada vez que hablan, sube el precio de la cal viva. Encima, hoy es el día de la manifestación. Una manifestación en bajito. Feijoo da igual lo que haga, le caerán palos. Si convoca, por convocar. Si no convoca, por no convocar. Hay una España muy cabreada. Pero sobra más que nunca la pasión. La inteligencia es fría o no es. Cada vez son más a los que se les oye decir que toca votar otra vez. No lo sé. En la última ocasión, Sánchez sumó casi ocho millones de papeletas. Los gestos de Vox, que Feijoo no puede controlar, no ayudan a que los resultados muden. Que tiren todos los pinganillos en el escaño vacío del presidente en funciones queda muy efectista, pero hace que miles de votos de centro se les escapen de nuevo a Feijoo hacia Sánchez. Y miles de votos de las mujeres. Esa es la pira sobre la que estamos montados, sin hablar de economía. Tan embrollada está España, que mejor que termine Pérez Reverte con su reflexión en la estupenda entrevista que le hizo en La Voz mi compañera Ana Abelenda: «La gente no razona, solo siente, y eso es peligrosísimo».