Un espejo moral

Consuelo Ordóñez PRESIDENTA DE COVITE

OPINIÓN

H.Bilbao | EUROPAPRESS

26 may 2023 . Actualizado a las 08:06 h.

La denuncia pública que ha hecho Covite de los condenados por terrorismo que integran las listas de EH Bildu ha puesto de manifiesto que la izquierda aberzale —y cómo reaccionamos a lo que hace y dice— es, en cierta manera, un espejo moral que nos retrata a todos. Y el reflejo que nos devuelve es agridulce. Por varias razones. En primer lugar, en Covite nos ha sorprendido el terremoto mediático que ha ocasionado nuestra denuncia. No estamos acostumbrados a que el culto al terrorista de ETA que se da con excesiva frecuencia en el País Vasco y en Navarra y que Covite denuncia todos los días —las listas electorales de EH Bildu solo son un reflejo de esta realidad— acapare los telediarios y los editoriales de los medios de comunicación durante más de quince días. La gravedad de estos hechos ha tenido, por fin, la dimensión que merece en los medios. Esta presión mediática ha provocado que los asesinos reconvertidos en candidatos hayan tenido que declarar públicamente que renunciarán a sus actas si salen elegidos. Que en menos de una semana no vayamos a tener a asesinos condenados recogiendo su acta de concejal en los mismos pueblos en los que asesinaron a sus víctimas es una buena noticia. Un pequeño triunfo de Covite.

No obstante, si bien es cierto que los casos de los asesinos eran los más preocupantes y los más dolorosos para las víctimas, todavía quedan 37 candidatos en las listas de EH Bildu condenados por pertenencia a ETA que no dudarán en tomar posesión de sus cargos tras las elecciones si los consiguen. Estas personas también han tenido una gran responsabilidad en los crímenes que perpetró ETA, y han sido condenadas por ello. Y en unos días comprobaremos cómo en una parte de la sociedad vasca y navarra esta cuestión no provoca ninguna repulsa. Al contrario: muchos ciudadanos vascos y navarros respaldarán a estos candidatos con su voto. Como escribía José María Ruiz Soroa hace unos días, «la indignidad moral de los asesinos se percibe mejor fuera del País Vasco que dentro. Lo que es capaz de indignar en la política española se toma como natural en el País Vasco». Y así es. No en vano, la izquierda aberzale siempre ha sido la segunda fuerza más votada en Euskadi, tanto cuando ETA mataba como ahora que ya no lo hace.

Otra imagen desagradable que nos devuelve el espejo moral de la izquierda aberzale es la de las reacciones que nuestra denuncia ha suscitado en la clase política de nuestro país. Salvo honrosas excepciones, la mayoría de nuestros representantes públicos no han estado a la altura. Ha sido muy triste comprobar cómo quienes deberían haber estado unidos contra EH Bildu, que es la única fuerza política que justifica abiertamente el terrorismo para lograr fines políticos, se han dedicado a hacer cálculos electorales con la denuncia de Covite. El clamoroso silencio de los miembros del Gobierno respecto de esta cuestión durante casi dos días, las críticas pobres posteriores, la utilización de las víctimas por parte de los partidos de la oposición, el empleo de hipérboles como la afirmación de que «ETA está viva» por parte de la presidenta de la Comunidad de Madrid, han reflejado lo más lamentable de la política española. Esto último es una banalización del terrorismo particularmente dolorosa, ya que la diferencia entre «ETA viva» o ETA disuelta, en mi caso, se llama Gregorio Ordóñez.

Tampoco han faltado los ataques injustos y las falsedades hacia Covite y hacia mí personalmente. En cuestión de días se me ha acusado de tener síndrome de Estocolmo y he pasado de ser «ultraderechista» a «socialcomunista», en función de a quién dirigiese mis críticas. En definitiva, al igual que sucedió cuando ETA mataba, Covite y una parte de la sociedad civil hemos demostrado estar por delante de nuestros políticos en la defensa de la memoria, de la verdad, de la justicia y de la dignidad. Principios que deberían estar por encima de la refriega partidista pero que, por desgracia, algunos de nuestros políticos se encargan de pervertir hasta hacerlos irreconocibles.