Obregón, Black Mirror

Mariluz Ferreiro A MI BOLA

OPINIÓN

Mariscal | EFE

09 abr 2023 . Actualizado a las 13:49 h.

Tenía razón el creador de Black Mirror. Él, que pintó un futuro tan loco como aterrador en su serie, fue comprobando que la realidad le acababa pasando por encima a su ficción. Y seguimos con nuevos capítulos. Esta Semana Santa han salido en procesión el Cristo de las Tres Caídas, Donald Trump y Ana Obregón. Todos con sus fieles, aunque, en el caso de Obregón y Trump, también con sus cofradías del Santo Reproche, que diría Sabina. Como dice la penúltima generación de jóvenes, estos giros de guion son una fantasía. Lo nuevo y lo viejo, en la centrifugadora. Se mantienen esas tradiciones que no cambian. Los pasos, con sus penitentes y los capirotes y el estadounidense de turno liándola un año más porque cree que España ha sido tomada por el Ku Klux Klan (sí, ha vuelto a ocurrir). La violencia en Oriente Medio. La puñaladita de la OPEP. Las hormigoneras a todo trapo en la recta final hacia unas municipales… Pero vamos añadiendo nuevos ingredientes. Un presidente de Estados Unidos en el banquillo, pero al estilo de Al Capone, por un asunto considerado menor en comparación con otros mucho más graves que también le atañen, y utilizando su acusación como palanca propagandística de cara a su parroquia. Una guerra que ya digerimos como si fuera el pan nuestro de cada día. Y una madre-abuela de portada que, al margen de la empatía que se sienta por alguien que haya sufrido el trauma insuperable de haber perdido un hijo al que le quedaba toda una vida, no deja de ser una imagen turbadora que hace que el cerebro se ponga un poco del revés. En fin. Son tiempos acelerados en los que la rutina es lo nunca visto. Y lo peor es que los estómagos se van acostumbrando a todo.