Allá por 1989, existía una fuerte polémica en la sociedad debido a que la capa de ozono, situada en la estratosfera y en la vertical de la Antártida, tenía un agujero. El ozono es un estado alotrópico del oxígeno, formado por la unión de tres átomos de oxígeno (O3). El oxígeno normal, el que respiramos, el que usamos para ayudar a los enfermos con problemas respiratorios, para inmersiones submarinas, para ascensos a altas montañas, está formado por la unión de dos átomos de oxígeno (O2). El O3 es inestable y tiende a convertirse en O2 desprendiendo un átomo de oxígeno. En la alta atmósfera existe una capa de ozono que protege a los seres humanos de la radiación ultravioleta (UV) que procede del Sol. La radiación UV, al chocar con las moléculas de ozono, las convierte en oxígeno normal por pérdida de un átomo de oxígeno, al mismo tiempo que la radiación pierde energía y tiene efectos menos nocivos.
Cuando surgió el agujero en la capa de ozono se le echó la culpa a unos compuestos químicos llamados clorofluorocarbonos (CFC), que se usaban en el funcionamiento de los frigoríficos. Se prohibió su uso y la capa de ozono se recuperó, de tal manera que, en este momento, el agujero de la capa de ozono se ha reducido en un 99 %.
Por lo que acabamos de decir, el ozono de la alta atmósfera es beneficioso para la humanidad. Sin embargo, puede afectar a la salud el ozono de las capas bajas de la atmósfera (troposfera).