El suicidio adolescente nos afecta a todos

Ricardo Fandiño Pascual DOCTOR Y PSICÓLOGO CLÍNICO. COORDINADOR XERAL DA ASOCIACIÓN PARA A SAÚDE EMOCIONAL NA INFANCIA E A ADOLESCENCIA (ASEIA)

OPINIÓN

Siu Wu | EFE

25 feb 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Detrás de cada suicidio adolescente hay una historia que desconocemos, de la que en ocasiones afloran algunos datos que debemos manejar con prudencia. La realidad acostumbra a ser compleja y las vivencias subjetivas que determinan el acto suicida pueden ser inescrutables incluso para las personas más cercanas. El suicidio siempre es un hecho sobrecogedor que nos impacta, remueve y cuestiona. Cuando el suicida es un adolescente, al que le suponemos toda la vida por delante, el horror se multiplica. Atribuimos a los más jóvenes la búsqueda del placer, la ilusión de un futuro, la capacidad de disfrutar. Por ello, cuando un joven se quita la vida buscamos respuestas, explicaciones y culpables que calmen nuestra angustia pudiendo afirmar que eso es cosa de otros, que no le puede pasar a uno de los nuestros.

Sin embargo, a golpe de noticias y datos estamos aprendiendo que el suicidio adolescente es una realidad cada vez más cercana. Las alarmas desde los sistemas sanitario y educativo sobre el aumento de cuadros de ansiedad, depresiones, autolesiones, trastornos de conducta alimentaria, intentos de suicidio y suicidios consumados en población adolescente son continuas. Se trata de una deriva sobre la que la OMS ya alertó en el 2014.

Transitar por la adolescencia es cada vez más complejo. La exposición social y la necesidad de éxito comienzan a edades muy tempranas; ser aceptado, popular, exitoso, triunfador, no fallar, no dudar, ganar siempre, tener un cuerpo perfecto se han convertido en mandatos sociales que impactan de forma intensa en los más jóvenes. El uso de redes sociales que actúan bajo los intereses económicos de grandes corporaciones, sin apenas control institucional, amplifica la exposición pública en un momento vital en el que la mirada del otro es un elemento esencial en la construcción de la identidad. El acoso entre iguales consiste en escoger a otro sobre el que se proyecta la debilidad, la fragilidad, la diferencia, y al que se excluye por todo ello con la secreta esperanza de que, si el fracasado es él, no soy yo. Muchas veces, esta exclusión se da por motivos relacionados con el cuerpo; la raza, el sexo, las limitaciones, la forma, la vestimenta. Por otra parte, los hoy adolescentes viven con desesperanza un futuro que les transmitimos como distópico a través de las noticias y de buena parte de la producción cultural que consumen.

La referencia social de lo que un adolescente debe conseguir para considerarse una persona integrada socialmente está cada vez más lejos de las posibilidades reales de la mayoría. Justamente es lo que el sociólogo francés Durkheim describía como anomia, una de las causas sociales del suicidio.

Los programas de prevención comunitaria y universal específicos para población adolescente, donde se trabaje grupalmente a partir de sus propias vivencias e impresiones, son fundamentales. En Galicia se ha apostado por la próxima implementación del YAM (Youth Aware of Mental Health), una iniciativa que merece todo el apoyo de instituciones y profesionales. Esto se debe complementar con el refuerzo de las unidades que actúan a nivel asistencial en salud mental infanto-juvenil. Además, debemos trabajar con grupos de familias y cuidadores, y de forma específica con adolescentes en situación de vulnerabilidad. Necesitamos fomentar un nuevo proyecto colectivo, recuperar la palabra, el cuerpo, la presencia y la posibilidad de un futuro compartido. Por más que nos asuste aceptarlo, el suicidio adolescente nos afecta a todos.