El juguete de ChatGPT

Beatriz Pallas ENCADENADOS

OPINIÓN

DENIS BALIBOUSE | REUTERS

08 feb 2023 . Actualizado a las 08:34 h.

Hacer la prueba del algodón a un texto escrito por robots puede resultar sencillo de momento. Solo hay que coger el libro de instrucciones de cualquier electrodoméstico casero. Muchos de estos folletos contienen fallos y explicaciones poco precisas que no son erratas humanas, sino que delatan a la máquina que ha escrito o traducido el tutorial.

Acercarse a jugar y conversar un rato con ChatGPT animado por las expectativas generadas en torno a este modelo de inteligencia artificial es un pasatiempo que, para el usuario medio, está por ahora abocado a una sensación parecida a descifrar el manual del horno en un español de traductor automático. Poder interactuar con la máquina de OpenAI, ver que es capaz de responder a cuestiones concretas y comprobar su memoria tiene un punto de fascinación que, a nivel práctico, no aporta mucho más que una búsqueda común en internet. De hecho, ChatGPT tropieza con la gramática y devuelve más errores que cualquier consulta a un buscador convencional. Invierte muchos recursos en elaborar respuestas que parezcan inteligentes y espontáneas y puede divagar y elucubrar con obviedades dignas de un político en campaña. Pero de momento, no sabemos por cuánto tiempo, para la creatividad y el pensamiento flexible las neuronas siguen siendo nuestra última esperanza.