Hubo un tiempo en que los españoles acertamos al apuntalar y fortalecer unas bases de entendimiento y de concordia admirables. Me refiero a la consolidación de la democracia, tras la muerte del Caudillo Franco. Hubo dificultades, como se publicó en su día, pero ninguna se convirtió en un verdadero peligro: ni el 23-F, ni el terrorismo, ni otros sucesos más o menos adversos. Porque la democracia había venido para quedarse.
Políticos como Manuel Fraga, Adolfo Suárez, Felipe González, Santiago Carrillo y un largo etcétera estuvieron a la altura de las circunstancias en el complejo desarrollo de una Transición modélica. Porque entonces estaba claro que todos queríamos entendernos. Y conviene recordarlo en estos tiempos menguados, en los que crecen las politiquerías, los sectarismos y las demagogias estúpidas.
Personalmente, no añoro nada de aquel pasado, pero sí recuerdo cuando Tierno Galván le preguntó a Santiago Carrillo si aceptaba que le presentase a Fraga Iribarne. Carrillo asintió, y él y Fraga se saludaron cordialmente. Lo que no sabía Tierno era que Fraga y Carrillo ya se intercambiaban mensajes y habían establecido una «relación cortés», como reconoció el secretario general del PCE. Poco después, Fraga presentó al líder comunista en una conferencia en el Club Siglo XXI, a la que asistí. Y a partir de ahí fluyeron los contactos que culminaron en los Pactos de la Moncloa.
Luego vino el 23-F y la masiva manifestación posterior. Carrillo les ordenó a los jóvenes comunistas de Vallecas (Madrid) que, cuando pasase Fraga, le aplaudiesen como a los demás líderes «para dar la idea de un cierre de filas total entre la izquierda y la derecha parlamentarias». Y así se hizo, para sorpresa de casi todos, que nunca se habían visto en semejante trance. Porque el león de Vilalba ciertamente tampoco simpatizaba con ellos, pero sí con el advenimiento de la democracia.
Creo que no está de más recordar esto ahora que vuelve a la actualidad Manuel Fraga, nacido en Vilalba (Lugo) en 1922 y fallecido en Madrid el 15 de enero del 2012, a los 89 años de edad. Su larga etapa al frente de la Xunta es bien conocida y reconocida en Galicia y no requiere de comentarios específicos en estas líneas.
Entrevisté a Fraga por última vez en su casa de Perbes en agosto del 2008. Ya no concedía entrevistas, pero aceptó recibirme cuando se lo pidió el entonces secretario general de PP gallego, José Crespo. Me encontré con un Fraga cansado, pero lúcido, que aceptó repasar su biografía, quizá porque ya estaba en un momento en el que —dijo— «solo quiero no hacer nada contrario a lo que hice». Su memoria prodigiosa fue fluyendo ordenadamente con una declaración sobre su vida política. «Tiene usted derecho a preguntar lo que quiera una vez que he aceptado la entrevista», dijo Y así fue.