Tamames, presidente

Ernesto Sánchez Pombo
Ernesto S. Pombo EL REINO DE LA LLUVIA

OPINIÓN

CESAR QUIAN

04 feb 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Cuando se conoció la propuesta del partido del facherío para que Ramón Tamames liderara su ansiada moción de censura, ni el más ingenuo de este país le concedió el mínimo crédito. Porque, aun sabiendo a lo que vino y para lo que está la ultraderecha en la vida política, era difícil imaginar que propusiera semejante bufonada. Y también porque se creía que, a sus casi noventa años, el propuesto tendría otras prioridades para lo que le queda de vida.

Pero cuando creíamos haberlo visto todo, se confirma la gansada. El viejo profesor va a ser candidato a la presidencia del Gobierno en una farsa más propia del humorismo, que tendrá por escenario nada menos que la sede de la soberanía popular. Donde nos aseguran que se ejerce el poder legislativo de España.

Pues allí, en lugar tan respetado, se celebrará la gansada, de cuyo rigor da idea el hecho de que en un par de cafés se cerró el acuerdo, la intervención del candidato y el programa a presentar por quien aseguró no hace tanto que la situación política «es el resultado de los personalismos de líderes que quieren ser presidentes a toda costa», defendiendo entonces un pacto de PSOE-PP y Cs.

La trayectoria intelectual de Tamames no merecía este final. Indecente. Incomprensible e incoherente con su trayectoria democrática y antifranquista. Es el tonto útil que va a utilizar el facherío para lograr un ápice más de protagonismo durante unos días. Pero el estudioso no debería haberse prestado a la mascarada porque, como persona de criterio, sabe que si Abascal tuviera una mínima opción de salir exitoso de la moción no habría ido en su busca.

Pero, sobre todo, el autor de tantos extraordinarios estudios económicos e históricos es consciente de que su presencia como candidato por la ultraderecha es una burla al respetable procedimiento de las mociones de censura, al Parlamento, a nuestros representantes allí sentados y a la democracia. Que no hace más que aumentar el desprestigio de las instituciones y del propio sistema. Y eso es lo grave del asunto. Que nuestro régimen parlamentario y nuestra democracia no están para espectáculos burlescos. Que es lo que ha dicho hasta Aznar.

La moción, pues, carece de justificación y rigor. A no ser que se presente para divertimento general. Que lo mismo. Porque desde que nos quitaron de la tele los payasos, no tenemos mucho de qué partirnos de risa.