Entre hipócritas y cínicos

Manuel Blanco Desar
Manuel Blanco Desar EUROPA NOSTRA

OPINIÓN

Adriel Perdomo | EFE

18 dic 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Toda persona goza del derecho humano a emigrar. Sin embargo, no consta el humano derecho a inmigrar. Según el artículo 13.2 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, toda persona tiene derecho a salir de cualquier país, incluso del propio, y a regresar a su país. Luego añade que, en caso de persecución, toda persona tiene derecho a buscar asilo y a disfrutar de él en cualquier país. El artículo 12 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos remacha el derecho a emigrar. Ambos son textos gestados en los años 40 y 60 del pasado siglo. Ahí está la clave: entonces eran otros los que emigraban o se asilaban. 

Estados Unidos unta a México para que contenga a las personas que suben desde Latinoamérica. Los europeos, a Turquía, Libia, Marruecos o Senegal para disuadir a quienes suben de África o se aproximan desde Oriente. Australia confina a quienes alcanzan sus costas en infames islotes. China, Rusia, Arabia, incluso Japón, se las arreglan solos. A Corea del Norte, Cuba o Venezuela nadie desea ir.

Es normal que a Europa quieran venir muchas personas. Todavía es la mejor región del planeta por bienestar y seguridad. Sucede que, conforme va creciendo el volumen de quienes llegan sin recursos, también se aceleran las reacciones adversas, sobre todo entre los trabajadores manuales y entre el precariado. Véanse los swings electorales más al norte. Los funcionarios y otros colectivos protegidos por normas que les blindan ante la competencia foránea son menos reactivos. Los fenómenos políticos que observamos desde hace tres décadas apuntalan la correlación.

Ante este cuadro, los grandes partidos europeos oscilan entre la hipocresía y el cinismo. Los hipócritas externalizan el filtrado de sus fronteras mediante tratos vomitivos con sátrapas, aparentando que son unos benditos. Los cínicos ya ni fingen, y jalean la mano dura y el palo largo. También los hay híbridos, como los socialdemócratas daneses, que han asumido el cinismo hipócrita. Hasta pretenden pagar por retener a sus inmigrantes a miles de kilómetros.

Sin embargo, los europeos necesitamos juventud. Y como por comodidad no queremos generarla, dando excusas de todo tipo, habrá que asumir la realidad física que nos rodea, tanto por decencia como por necesidad. La cuestión será hacerlo con equidad, fomentando el desarrollo y la democratización de los pérfidos Estados que expulsan a esas personas. Los muros, las alambradas, los pagos bajo cuerda no sirven ante las grandes cifras que se avecinan. Habrá que salir a captar, en vez de esperar a que solo lleguen los varones más osados. Traer a personas buenas y trabajadoras, en vez de esperar a otras.