La disputa del poder

Carlos G. Reigosa
carlos g. reigosa QUERIDO MUNDO

OPINIÓN

Ricardo Rubio | EUROPAPRESS

28 nov 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Se le ha atribuido al filósofo griego Platón una frase que parece muy indicada para explicar lo de hoy en España: «Allí donde el mando es codiciado y disputado, no puede haber buen gobierno ni reinará la concordia». Porque si por algo se caracteriza nuestra realidad actual es, sobre todo, por esa disputa ininterrumpida acerca del poder político. Algo para lo que no hay tregua ni descanso, porque la política se ha reducido a esa lucha, que viene a ser la plasmación de una codicia sin máscaras ni otros disfraces. Decía el socialista Enrique Tierno Galván, quien falleció en 1986 siendo alcalde de Madrid, que «el poder es como un explosivo: o se maneja con cuidado o estalla». Y uno tiene la sensación de que ahora no se está manejando con el debido cuidado. Muy por el contrario, todo parece indicar que nuestros políticos están más preparados para la greña y el ruido partidario que para un noble entendimiento en busca del bien común. El ya citado Platón sentenció la situación casi cuatro siglos antes de Cristo con la frase que abre este artículo y que no tiene desperdicio, porque es bien cierto que «allí donde el mando es codiciado y disputado, no puede haber buen gobierno ni reinará la concordia». Si observamos nuestra realidad política actual, descubriremos que no se ha avanzado mucho, y que los hechos, siempre tozudos, siguen hablando por sí mismos. 

La ciudadanía sigue con interés los debates parlamentarios, convencida, quizá, de que algún día percibirá con claridad las posiciones que defiende cada uno y las opciones que proponen entre todos para mejorar la situación. Pero, con demasiada frecuencia, el anhelo ciudadano parece convertirse en una misión imposible. Porque el espacio parlamentario se ha ido llenando de ruidos indescifrables —pero interesados— que figuran como vibrantes y acaloradas respuestas de unos a otros (léase, contrarios). Con lo cual, sigue figurándosenos verdadero el aserto platónico antes citado y que cada vez parece más certero. Porque, lo que no puede ser, no puede ser, y además es imposible…, si no asoma un claro y real propósito de enmienda que dignifique y ennoblezca nuestra vida política. Mientras tanto, Pedro Sánchez sigue avanzando, siempre en defensa de lo suyo.