El certificado de defunción de Isabel II

Rosendo Bugarín
Rosendo Bugarín LÍNEA ABIERTA

OPINIÓN

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03 oct 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Estos días asistimos, con cierta perplejidad, a la publicación en los medios del certificado de defunción de la reina Isabel II. Se trata de una noticia de enorme interés, ya que plantea al menos tres controversias o debates de enorme calado. La primera de ellas está en relación con el posible atentado contra la intimidad. En este sentido, por un lado hay que decir que desconocemos si ha sido la voluntad de la finada (y de su familia) y, por otro, que se puede interpretar como un acto de transparencia. Se trata de la visibilización, en un personaje público, de un hecho natural inherente a todo ser vivo: su muerte y el motivo que la originó.

La segunda polémica podríamos decir que es de naturaleza científico-filosófica: ¿puede un ser humano dejar de existir simplemente por el propio envejecimiento, o, por el contrario, la muerte requiere siempre una causa patológica? Los médicos no nos ponemos de acuerdo. Para unos, la edad y la consecuente fragilidad extrema pueden llevar de forma natural a la consunción, independientemente de que vaya precedida o no de una enfermedad. Es un hecho inexorable que, más tarde o más temprano, todos vamos a fallecer. Para otros, siempre tiene que producirse un evento, dolencia o problema de salud; el argumento consiste en que la senilidad produce, de forma progresiva, estas alteraciones (deterioro de las válvulas cardíacas, obstrucciones arteriales, insuficiencia en los órganos y aparatos, etcétera) que acaban siendo incompatibles con la vida.

Por último, el tercer debate que se suscita —íntimamente relacionado con el anterior— es de gran interés para los médicos: ¿se puede, en un certificado de defunción, considerar la senectud como única causa del deceso? En muchas ocasiones los médicos de cabecera acudimos a los domicilios de nuestros pacientes para diagnosticar su muerte. A veces, en personas muy ancianas, con una reserva funcional muy limitada, el exitus letalis se produce de forma espontánea sin ningún síntoma o signo premonitorio que nos oriente a una causa. Lo único que podemos averiguar, a través de la exploración física, es que no detectamos indicios de violencia (lo que obligaría a su judicialización y autopsia). A mí no me ofrece ninguna duda que si la reina Isabel II puede fallecer de senilidad, también lo puede hacer un tudense, un monfortino, un teense o un compostelano.