¿Llegará a España la ola posfascista?

Gonzalo Bareño Canosa
Gonzalo Bareño A CONTRACORRIENTE

OPINIÓN

GUGLIELMO MANGIAPANE | REUTERS

30 sep 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Para muchos opinadores y tertulianos resulta imposible sustraerse a la tentación de trasladar siempre al tablero político nacional cualquier acontecimiento que suceda más allá de nuestras fronteras. Hace unos meses, con la victoria en las elecciones alemanas del socialista Olaf Scholz, unida al posterior y sorprendente triunfo por mayoría absoluta del portugués António Costa, la opinión pública y publicada parecía haberse puesto de acuerdo en que el regreso de la socialdemocracia en Europa era un hecho y que comenzaba un nuevo ciclo hegemónico de la izquierda. Ese ciclo, se aseguraba, era una gran noticia para el español Pedro Sánchez, que no tardó en apuntarse como uno de los líderes de esa gran ola socialdemócrata europea. Hoy, sin embargo, tras el triunfo arrollador de la ultraderechista Giorgia Meloni en las elecciones italianas en coalición con Berlusconi y la Lega de Salvini, unido al excelente resultado los Demócratas de Suecia (DS), un partido ultraderechista y xenófobo, la opinión pública española parece coincidir en que es una ola de neofascismo lo que recorre Europa y no tardará en llegar a España.

Pero lo más probable es que aquí no llegue la ola socialdemócrata ni el tsunami posfascista, porque lo que sucede es que cada país tiene sus propias singularidades sociales y políticas. Aunque Vox ha saludado la victoria de Meloni como un gran impulso para su proyecto, el recorrido del partido de Abascal, lejos de despegar, parece estar llegando a un agotamiento. Una situación que se traduce en sus primeras crisis internas, como la de la salida de la exdiputada y candidata en las elecciones andaluzas, Macarena Olona, todavía no suficientemente explicada. El partido de Abascal tiene poco que ver con Fratelli d'Italia, la formación de Meloni, no solo por sus diferencias en algunos temas sustanciales, sino por la escasa preparación de la mayoría de sus cuadros y candidatos. No hay más que ver el espectáculo que ofrece el vicepresidente de la Junta de Castilla y León, Juan García-Gallardo, insultando todos los días desde su escaño a otros diputados, para constatar que, más allá de los tres o cuatro dirigentes que acumulan la presencia pública del partido en el Congreso de los Diputados, en el resto de España Vox carece de cualquier candidato solvente.

Lejos de llegar a España esa ola neofascista que algunos auguran, lo que cada vez es más evidente es que lo que regresa aquí es el bipartidismo. Parece que los españoles empiezan a superar el sarampión de populismo que se inició en el 2015 con la aparición de Podemos y el fuerte impulso de Ciudadanos, y se amplió luego con el despegue de Vox como réplica al auge de la extrema izquierda populista. Hoy, esas tres formaciones están claramente a la baja. Unidas Podemos se desangra en luchas intestinas. Ciudadanos es ya un partido zombi, cuyo futuro es quedar fuera del Parlamento nacional. Y Vox parece haber agotado su capacidad de seducir al votante del PP. Lo que ocurre en España tiene poco que ver con lo que sucede en Italia.