Pompa y circunstancia

claudia luna PERIODISTA ESPECIALIZADA EN ECONOMÍA, DIRECTORA DE «CONEXIÓN HISPANOAMÉRICA»

OPINIÓN

María Pedreda

26 sep 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

La última vez que una familia real pasó por la tragedia de las armas fue resultado de la Revolución de febrero de 1917 en Rusia; fruto de la ira bolchevique, la familia imperial de los Romanov fue asesinada en la noche del 16 al 17 de julio de 1918. A ellos no les cortaron la cabeza como aconteció con el rey Luis XVI y su esposa María Antonieta (en 1793), dentro de los acontecimientos de la Revolución francesa. 

Con el reciente fallecimiento de la longeva monarca Isabel II, me interesé por saber cuántas monarquías existen en pleno siglo XXI, y de los 193 países que conforman este mundo, un 23 % está regido por monarquías. Hay 44 Estados soberanos con diferentes tipos de monarquías.

Mientras España y el Reino Unido son parlamentarias, resulta que Arabia Saudí y Brunéi son monarquías absolutas. También el Vaticano es una especie de reino.

Cuando pienso en una monarquía, mi mente se retrotrae a lo que es hoy la plaza de la Concordia, e imagino a una multitud coreando la muerte de sus monarcas, de los que tantos ríos de tinta han corrido por sus excesos. Es como si esa palabra me llevase a eso: a pensar en los excesos.

Estos días de largo recorrido en los funerales de Elizabeth Alexandra Mary Windsor atestiguo toda esa pompa y circunstancia tan ajena a mi forma de pensar, que no me extraña que entre la generación millennial crezca su impopularidad y de que cada día se sumen más voces, entre los más jóvenes, que hablan a favor de la república. Quien no pase por el cedazo de las urnas, que simplemente no pueda gobernar.

Que sea solo la gracia del elector la que decida y no una rancia raigambre que habla del poder de Dios para ungir familias que se pasan el poder de generación en generación.

Las imágenes del ahora rey Carlos III incapaz de mover un tintero, de hacerse hueco en un escritorio, de no saber qué hacer con las hojas del discurso… con sus dientes pelados, su cara larga, sus gestos de disgusto porque unas cuantas gotas de tinta han manchado sus dedos, me hacen pensar si, en verdad, los británicos se sienten representados, reflejados y honrados por su realeza.

La monarquía británica lleva décadas haciendo corte de caja con ciertas figuras singulares. Nadie ha tenido más portadas en el papel couché que Lady Di y el culebrón del «somos tres en este matrimonio» le dio a la BBC, en 1995, el minuto de oro de la televisión.

La prensa ha explotado el chisme, el cotilleo, el famoseo de sus príncipes, princesas, consortes y allegados. La Corte ha estado plagada de adulterios y hasta pederastas.

¿Qué ha dejado Isabel II al Reino Unido, Gran Bretaña, Irlanda del Norte y la Commonwealth? Les ha dejado el camino de salida del Imperio británico, porque no son pocos los países que harán sendos referendos para dejar de pertenecer a la Commonwealth, y Escocia no quita el dedo del renglón para, en el 2023, llevar a cabo su referendo secesionista.

Vendrán muchos cambios en los próximos años, que terminarán dejando a la nación insular en eso que el propio escritor Mario Vargas Llosa escribió en su momento cuando el brexit brotó: «Será un paisito».