Varias bajadas de impuestos después y con un mecanismo que reduce algo los precios de mercado por medio, la factura de la luz sigue siendo un caballo desbocado que parece imposible de domar. Podríamos estar pagando más aún, vale, pero eso solo consuela a un Gobierno que no sabe por dónde tirar ya. Esta crisis es perversa, pues está obligando a los países a ser generosos con las bajadas de impuestos y las ayudas, algo que, por otro lado, incentiva el consumo de energía, cuando, en realidad, de lo que se trata es de apagar la luz y de dejar el coche aparcado en casa. Destrucción de demanda le llaman, aunque esas palabras no saldrán de la boca de Teresa Ribera, que prefiere hablar de ahorro energético. Hay que consumir menos gas, pero se está quemando más que nunca. De locos.