Limbo

Cristina Sánchez-Andrade
Cristina Sánchez-Andrade ALGUIEN BAJO LOS PÁRPADOS

OPINIÓN

PEPA LOSADA

01 sep 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Somos nuestros recuerdos: hace unos veinticinco o veintiséis años voy al despacho parroquial de la cripta de la Almudena, en Madrid. Quiero pedir una cita para bautizar a mi hija, que viene conmigo en el cochecito. El cura me mira y luego, por encima de los lentes, mira a mi hija. Como si también quisiera olerla, arruga la nariz. Bien, dice: ¿Fecha de nacimiento del niño? Niña, le digo. Y se la doy. Apunta. Detiene la mano. Alza lentamente la cabeza. Pregunta alarmado: ¿El niño tiene ya dos años? La niña, contesto. Sí, dos y tres meses. ¿Y lleva más de dos años sin la gracia de Dios? Eso es. Cruza los brazos sobre la mesa, se quita las gafas, se inclina hacia adelante. Me susurra: ¿Usted cree que puede venir aquí y pedirme una cita así, tranquilamente? Y sube el tono: ¿Qué ocurre si la criatura muere? ¡Dos años sin la gracia de Dios! ¿No sabe que el bautismo es el único medio que tiene la Iglesia para perdonar el pecado original? De vuelta a casa, empujando el cochecito cuesta arriba, me duelen las piernas.

Siento ganas de romper en pedazos el papel con la cita que me ha dado «como un favor». Siento unas ganas locas de renunciar a ese perdón que tan amablemente le otorgará la Iglesia a mi hija por ser heredera, pobrecita, del pecado original. Yo no quiero que mi hija sea purificada, ni sea admitida en ningún club.

Siento que rompiendo el papel dejaré de formar parte de una institución retrógrada e infantil. Un lobo que devora a las personas y que las escupe —no a todas, sí a muchas— convertidas en ovejas. Yo solo quiero lo que ya tengo: los ojos de mi hija. Pero me faltan las fuerzas, o el valor, o simplemente me dejo llevar por las nubes de aquel día. Y no rompo el papel. Por eso, ahora, soy ese recuerdo.