La vida privada de la primera ministra

Javier Armesto Andrés
Javier Armesto CRÓNICAS DEL GRAFENO

OPINIÓN

LEHTIKUVA | REUTERS

25 ago 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Nacida en 1985, la primera ministra finlandesa, Sanna Marin, pertenece a la generación Y o millenial, que entre sus atributos está el ser la primera «nativa digital»; es decir, que se criaron ya entre ordenadores personales y teléfonos móviles y por lo tanto están habituados a esos dispositivos do demo que tantos disgustos dan a quienes no son conscientes de las posibilidades que tienen en manos de terceras personas.

Marin también responde a aquel acrónimo que popularizó una marca de automóviles, los JASP (Jóvenes Aunque Sobradamente Preparados), porque nada más terminar el instituto se afilió a las juventudes del Partido Socialdemócrata de su país, iniciando una fulgurante carrera política que le llevó a ser elegida alcaldesa de Tampere en el 2012 (a los 27 años), diputada en el Parlamento nacional en el 2015 (30 años), y, finalmente, primera ministra en el 2019 (34 años), convirtiéndose en la jefa de Estado más joven del mundo.

Por todo ello, resulta cuestionable que una mujer tan preparada, y que además ha sido ministra de Transportes y Comunicaciones, desconociese las consecuencias que podría tener asistir a una juerga de desenfreno, alcohol y vaya a saber usted qué más —imaginamos que los gritos de «¡una raya de harina!» que se escucharon en la fiesta no eran porque estuvieran cocinando korvapuusti, los típicos bollitos de canela finlandeses—. «No tengo nada que ocultar y no he hecho nada ilegal (...). Tengo una vida familiar, tengo una vida laboral y tengo tiempo libre para estar con mis amigos. Más o menos lo mismo que mucha gente de mi edad», se justificó Marin. Lo que no tiene la gente de su edad es un cargo, el de máxima responsable del Gobierno de tu país, que, aunque ella lo crea así, no es un trabajo cualquiera de 9 de la mañana a 5 de la tarde. Los presidentes, las primeras ministras, los reyes y las reinas no tienen vida privada (otra cosa es «vida íntima»), y sus acciones en su tiempo libre despiertan la lógica curiosidad y son susceptibles de ser aireadas si no tienen suficiente cuidado. Boris Johnson lo sabe bien.

Sanna Marin ha considerado que sí debe disculparse porque en otra fiesta en su residencia oficial aparecieran dos mujeres en toples besándose... ¿Cuál es el problema? Curiosa forma de entender el cargo y lo que conlleva.