No a la violencia

Cristina Sánchez-Andrade
cristina sánchez-andrade ALGUIEN BAJO LOS PÁRPADOS

OPINIÓN

AMMAR AWAD | REUTERS

22 ago 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

En el interesante museo de la Mujer de Aarhus (Dinamarca) me encuentro con una pequeña exposición dedicada a la escritora sueca Astrid Lindgren, a la que conocemos sobre todo por ser la autora de Pipi Calzaslargas. En uno de los paneles se hace referencia a su discurso de aceptación del Premio de la Paz que, en 1978, le otorgó la asociación de editores y libreros alemanes. En el mismo reflexionaba sobre un tema que nunca dejará de tener actualidad: por qué tanta gente busca el poder o la venganza y quiere la violencia. Lindgren no creía que estas personas fueran malas por naturaleza y se preguntaba cómo podría la gente aprender a evitar estos comportamientos. La solución, pensaba, estaba en empezar por los niños. Estaba convencida de que la mayoría de los dictadores habían experimentado en sus propias carnes la violencia, la humillación, los insultos, y que no hacían más que reproducir estos patrones de comportamiento. Pero lo más interesante del mencionado panel es la referencia a una pequeña historia que, en relación con esto, le contó una vez una anciana a la escritora sueca, y que me gustaría compartir. Aquí va. 

Un día, cuando esta anciana era aún una joven madre, su hijo había tenido un comportamiento que, en su opinión, requería de un castigo severo. Como no tenía a mano nada con qué azotarle, le pidió al niño que saliera al bosque a buscar un palo. El crío tardó mucho en regresar. Pero no trajo un palo sino una piedra. Y lloraba desconsoladamente. Solo cuando le explicó a su madre que no había encontrado un palo, pero que, si quería, podía lanzarle la piedra, la madre cayó en la cuenta de lo que había pasado por la cabeza de la criatura. El hijo debió de pensar que ella no buscaba enderezar su comportamiento sino solo hacerle daño, y qué mejor que una piedra. Al darse cuenta, la mujer lloró y abrazó al niño. Luego colocó la piedra en un estante. Cada vez que la viera, se acordaría de no utilizar la violencia.

«El odio engendra odio; la violencia engendra violencia», dijo Martin Luther King. «La tenacidad engendra una tenacidad mayor. Debemos enfrentar las fuerzas del odio con el poder del amor». Pocos días después del atentado de Salman Rushdie, no se me ocurre una historia mejor que esta.